lunes, 31 de agosto de 2015

QUEDA PORTUGAL

Allá por el 84, los de Siniestro Total editaron su tercer disco de estudio al que dieron por título ‘Menos mal que nos queda Portugal’. En dicho álbum, la banda gallega, a sus clásicos arranques de nihilismo punk, añade lacrimógenos arrebatos de nostalgia como ‘Miña terra galega’, plegarias como ‘Señor ilumina mi corazón’ o unas letras cargadas de despecho dirigidas a una antigua amante, una chica muy mona que vivía en Barcelona. Ella, que respondía al nombre de Assumpta, en vez de estar con ellos, prefirió liarse con un rastafari. Les debió de parecer poca la evolución y decidieron adentrarse, para completar el disco, por los vericuetos de la filosofía. Se quisieron poner trascendentes lanzando preguntas al aire: ¿El mundo es cóncavo o convexo? O quizá haya un poco de las dos cosas sin tener claro dónde están las asíntotas o los puntos de inflexión que sirven para pasar de uno a otro tipo de curvatura.
El Real Valladolid anda un poco a lo Siniestro Total –el grupo, no nos pongamos tan pronto con los tremendismos– preguntándose y preguntándose. Respuestas, aún, pocas. Ni siquiera al quiénes somos podemos responder con certeza. ¿Cuántas Assumptas han ido eligiendo rastafaris antes que un uniforme blanquivioleta? ¿De cuántas estamos todavía esperando una decisión? ¿Alguna dirá que sí? De dónde venimos sí lo sabemos, pero cada uno sabemos una cosa distinta. Habrá quien recuerde que el punto de partida fue la Primera División, lo que aporta un traje de gala; no tendrá menos razón quien afirme que venimos de la UVI y que con un camisón y agarrados al pie del suero vamos más que arreglados.

lunes, 24 de agosto de 2015

LA CAMISETA

Muchos de los paños con los que se elabora la tela de la historia se tejen con un hilo que procede, como la lana del pelo de las ovejas, del material simbólico. Es un hilo a veces invisible con el que se zurce el presente con unos ancestros idealizados y que, a la vez, sugiere ensoñaciones de futuros perfectos. Los símbolos, telas, escudos o fetiches, producen identificación o rechazo, agrupan a los propios y estigmatizan a los ajenos. Hablan con la voz que queremos que hablen, dicen lo que queremos que digan. Podrían, digo podrían, portar valores que nos reconciliasen con el ser humano, pero han sido tantas las veces que su carga fue la opuesta, que no sé si ya merece la pena esperar algo positivo de ellos. Quizá el deporte sea la excepción por ser un símbolo en sí mismo.