viernes, 28 de febrero de 2020

ENTONCES, ¿A QUIÉN MATAMOS?

Foto "El Norte de Castilla"
El campesino Muley, con la desesperación contenida, la rabia refrenada, la angustia en los ojos, se dirige al arrogante hombre del traje que acaba de comunicarle, a él y a su familia, que tiene que abandonar lo que siempre fueron sus tierras, su casa.  Le cuesta levantar la mirada, quizá por esa vergüenza propia de muchas gentes del campo que les lleva a apocarse ante los trajeados de ciudad. Le cuesta, incluso, alzar la voz a pesar de que lo que está escuchando, “te tienes que ir”,  rompe por completo su existencia, destroza toda expectativa vital. Argumenta, explica su situación límite extensiva a todos sus vecinos, pero es incapaz de torcer el designio. El recién llegado, sin bajar del coche, altanero, se justifica, “yo no puedo hacer nada, solo cumplo órdenes […], no hay por qué enfadarse conmigo, yo no tengo la culpa. […] El dueño de la tierra es la compañía”. Y la compañía no es nadie; luego, nadie es responsable. Es del banco, pero en el banco solo está un apoderado que solo cumple lo que se le encomienda desde Nueva York. No hay salida. Todo ocurre pero no se sabe de quién es la responsabilidad. Y Muley, expulsado de sus tierras, necesita un culpable, “Entonces, ¿a quién matamos?”. Ahora sí, cuando todo está perdido, el campesino levanta la voz… ante los sordos oídos del visitante que arranca el auto y se va con la tranquilidad de quien ha cumplido con su cometido.

martes, 25 de febrero de 2020

PECECITOS DE COLORES

Foto "El  Norte de Castilla"
El dinero es un argumento recurrente cuando se habla de fútbol. En realidad da casi igual de lo que se hable, el asunto del dinero permea cualquier ámbito. El fútbol simplemente no es una excepción; siempre anda, por tanto, con el dinero a vueltas. Las cuestiones pecuniarias sirven tanto para ponderar los logros de un equipo, como para justificar decepciones o asumir que el caché de algunos futbolistas es inasumible para tal o cual club. También son útiles como lanzas que justifican la cicatería y mezquindad de algunas propuestas futbolísticas: «somos pobres, no podemos jugar de otra manera». Siendo así, la labor más importante de cualquier directiva, desde las rifas de un jamón en los tiempos de la prehistoria hasta los patrocinios de la actual era mercantilista, consiste en encontrar los cuartos necesarios para mantener vivo el tinglado. Como los gastos no dejan de crecer, los clubes se ven apremiados para que el volumen de los ingresos aumente al mismo ritmo. Miles son las cabezas que rebuscan fórmulas que permitan la rentabilidad de los clubes. Alguna de ellas trabaja para el Real Valladolid y ya ha pensado, y si no aquí dejo la idea, en nuevo nicho de negocio aún sin explotar. Si han tenido éxito canales de vídeo que se limitan a emitir el movimiento de pececitos de colores en una pecera y a envolver dichas imágenes con música new age, ¿por qué no se venden a hospitales, residencias de personas mayores o salones de yoga los últimos partidos del Pucela editados sobre una base melódica de Loreena McKennitt o Ludovico Einaudi? Sería una amable y certera forma de vender calma, paz, sosiego y sueño a cambio de unos eurillos que harían feliz a Ronaldo.

viernes, 21 de febrero de 2020

RETRATOS DEL EMISOR

Foto "El Norte de Castilla"
Mal asunto cuando remitimos al Código Penal la solución de todos los conflictos provocados por algún, vamos a llamar, exceso verbal en los que la  parte escuchante se sienta ofendida. Mal asunto porque ni la extensión del Código Penal tendría límite, ni en las cárceles quedaría sitio. Eso sí, reconozco que es tentador el afán de que enchironen al que súbita e inopinadamente diga algo que golpee las creencias más firmes de uno. Pero hasta ahí. De la misma manera que más de una vez te quedas pensando eso de “si no me valiera más…”, y con ello se cierra el asunto sin necesidad de reventar la cabeza de nadie.
Visto así, no entiendo que haya que proteger jurídicamente ningún sentimiento de una posible ofensa. Otra cosa sería que alguien pusiera algún impedimento para llevar a cabo las prácticas derivadas de ese sentimiento. Vamos, perdón por la simplificación, que referido a Messi no puede ser delito ‘cagarse en ese enano de mierda’, y sí romper la tele para que no veas el partido, impedirte la entrada en el bar en el que ves el fútbol o amenazarte por si vas al estadio. No entiendo, pues, que el actor Guillermo Toledo sea juzgado por blasfemar. Mucho, poco, de forma más delicada o más soez, sus palabras no deberían constituir delito alguno.

domingo, 16 de febrero de 2020

JÚPITER NO TE HACE CASO NINGUNO

Foto "El Norte de Castilla"
En un punto intermedio entre la psicología y el baratillo, en un lugar que equidista de la religión y el autoservicio, podemos encontrar el término municipal de 'El Timo', un pueblo que asienta, en una de sus laderas, la imprenta en la que se editan la mayoría de esos libros a los que, con cierta condescendencia, se denomina de 'autoayuda'. En los años pasados hubo una especie de boom –espacio queda para analizar qué causas hicieron posible la proliferación de estos textos, qué carencias sociales impulsaron el fenómeno, qué vacíos existenciales se pretendieron cubrir con un sumatorio de frases tan sonoras como huecas– y muchos títulos alcanzaron la categoría de superventas. El número de autores se multiplicó, aunque ninguno alcanzó el estatus de chamán como Paulo Coellho. Bagatelas que suenan bonito, resuenan con potencia pero no dicen nada, «Un día despertarás y descubrirás que no tienes más tiempo para hacer lo que soñabas. El momento es ahora, actúa»; consejos que se venden como remedios curalotodo –y que, por tanto, no sirven para sanar nada–, «El mundo está en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños», se utilizaban como si encerrasen las siete claves que permitirían abrir el arca en que se encierra el secreto de la felicidad. De todas estas naderías con ínfulas, una se puede considerar el epítome del paulocoelhismo: «cuando quieres realmente una cosa todo el universo conspira para ayudarte a conseguirla». Así de fácil. Lo quieres, lo deseas mucho, lo ansías con todas tus fuerzas, y el universo se pone a ello: Jupiter te hace caso, la constelación de Orión te obedece. Con un par.

viernes, 14 de febrero de 2020

DIRÍA QUE ESTO NO ES AQUÍ

Foto "El Norte de Castilla"
Escuché muchas veces eso de que siempre hubo y habrá ricos y pobres. Del ‘hubo’ poco podía discutir, el pasado no lo cambia ni Dios; pero ese ‘habrá’ entonado con tono de certeza respecto a un tiempo que aún no ha llegado me sacaba de quicio, ¿por qué tendría que ser así?
Pasados muchos años, la pregunta sigue ahí, reviviendo como la hoja perenne de un árbol,  y no encuentro respuesta más allá de la propia condición humana. Y quizá porque pasaron muchos años, en ese revivir, la pregunta se reformula tornándose a la vez más modesta y más compleja. Más modesta, por la asunción de que no existen fórmulas mágicas; más compleja, porque la dicotomía se multiplica: entre los ricos hay ricos, entre los pobres hay pobres. De estos últimos, pobres de los de pasar hambre, personas tratadas peor que bestias de carga, pese a que apenas aparecen en las estampas oficiales, a que permanezcan lejos de la vista del día a día de la mayoría de la población, existen en nuestro país. Tomo palabras de Philip Alston, relator de Naciones Unidas sobre la extrema pobreza, tras una visita de inspección a nuestro país: "He visitado lugares que sospecho que muchos españoles no reconocerían como parte de su país. Barrios pobres con condiciones mucho peores que un campamento de refugiados". El propio Alston utiliza la palabra ‘roto’ para definir el sistema de protección social en España, un sistema que “aboca a un gran número de personas a la pobreza”. Y esto no es porque sí, no es el resultado de una maldición divina  o una ley física, “quiero decir que es una elección política”.

lunes, 10 de febrero de 2020

TAN GRANDE Y TAN CHICO

La diferencia de alturas o de tamaños entre dos personas, sobre todo si ambas comparten algún tipo de territorio, ha dado lugar a cientos de imágenes que contraponen un grandullón frente a un diminuto. Así, a bote pronto, me salen unas cuantas: padre e hijo, primogénito y benjamín, pastor y zagal, mastín y caniche, el 'Linterna' y el 'Pulga' , Tip y Coll, Zigic y Munitis, la 'i' y el punto... Alcaraz y Toni. Bueno, Toni con gran parte de sus compañeros: el murciano es tan poca cosa en lo físico, en lo apreciablemente físico, que pierde ostentosamente en la comparación visual con casi cualquiera. Pero con Alcaraz la contraposición va más allá: Toni por momentos parece apesadumbrado, transmite un aire melancólico. Agacha la cabeza y la gira sin dejar claro si su negativa es ante el mundo o se limita a sí mismo. Alcaraz, por contra, es la definición palmaria de fe en sí mismo, de optimismo vital. No hay fallo que dinamite su granítica autoconfianza. Vuelve e insiste, insiste y vuelve.

viernes, 7 de febrero de 2020

UN BOMBARDEO SIN BOMBAS

Foto "El Norte de Castilla"
Los jóvenes se van; mejor, se fueron, que ya casi ni hay. Los viejos, algunos, vienen a buscar descanso justo antes del descanso eterno. Así, nuestros pueblos fueron muriendo, fueron, en pasado, que ya es tarde, de la manera con la que el médico de ‘Amanece que no es poco’ refirió al hijo de un moribundo los últimos momentos de la vida de su padre: “Se te está muriendo divinamente, te lo juro […], nunca había visto a nadie morirse tan bien […]. ¡Qué irse!, ¡qué apagarse!, ¡con qué parsimonia!, ¡con qué graduación!”.

lunes, 3 de febrero de 2020

LOS MISMOS, ESE GRUPO

Desde aquel lejano 3 de noviembre, hemos contemplado noventa lunas, lo que vienen a ser tres ciclos completos del satélite con sus cuartos crecientes, llenas, cuartos menguantes y nuevas. Tres meses, trece semanas, noventa días que transcurrieron sin permitirnos paladear el sabor adictivo de un triunfo. Entre medias, un cambio de año que convirtió en erial tanto el último mes del que despedimos como el primero del año recién llegado. No han sido tantas como 500 noches, pero se han superado sobradamente los 19 días: los 90 días huérfanos de victoria son una cantidad de tiempo que se encuentra a medio camino entre las dos cifras en que Joaquín Sabina estipuló que se tarda en aprender a olvidar un amor que se marcha dando un portazo.