domingo, 6 de enero de 2019

VOY A BUSCARTE, ¿NO?

Foto El Norte
Pretendía volver a casa de mis padres para pasar la Nochevieja. El tren me acababa de dejar en aquel pueblo, pequeño ma non troppo, a unos veinte kilómetros del mío. Como hacía tiempo que no había tomado esa ruta, quise asegurarme y pregunté al primer vecino con que me crucé.
-          Es ya de noche, hace mucho frío y hay no menos de una docena de kilómetros, ¿no será mejor que llame y le vengan a buscar en coche?
Creo que mi sonrisa fue suficiente para convencerle de que la decisión estaba tomada por más que el sol se hubiera escondido unas horas antes y de que fuese la víspera de fin de año. El hombre estiró el brazo y con su dedo me indicó el camino.
-          ¿Ve usted esa ermita? Bien, pues llegue a ella y una vez allí tome el camino que sale de frente. Siga usted todo recto, no tiene pérdida.
Eso hice, pero no debió de ser tan así pues al poco me topé con el brocal de un pozo que ponía punto final al camino. Era obvio que me había equivocado, que en algún punto había perdido la línea recta y me había desviado. Media vuelta. Volver al punto de partida no suponía riesgo alguno, los destellos de las luces de las farolas del pueblo de partida eran visibles a esa distancia y me servirían de guía, no cabía pues la posibilidad de quedarme perdido en tierra de nadie.