viernes, 22 de diciembre de 2023

REBANADAS CON ACEITE DE RICINO

Me he topado con textos en los que, ateniéndose a muy diversas razones, los autores aseguraban la pertinencia de la ingesta de la fruta en un orden opuesto al habitual, al principio de las comidas, con el estómago aún pendiente de llenar. También leí otros escritos que, tachando aquellas tesis de quimeras, defendían lo contrario: la intrascendencia del orden. En ninguno, sin embargo, se alegaba beneficio digestivo alguno en el hecho de rematar el menú ingiriendo alguna pieza de fruta. Habrá que indagar en otro territorio para encontrar la razón por la que tal orden gastronómico se trocase en costumbre. Dado que comer –además de una necesidad fisiológica, de marcar nuestros ritmos sociales y de sacralizar el sentido comunitario de los humanos– azuza el sentido del gusto, surte de una ingente gama de sabores; nuestros ancestros han gestionado la liturgia alimentaria consolidando el hábito de apartar para el final, para lo que viene detrás, lo 'postrerum', un bocado sabroso que habría de opacar los anteriores y permanecer en la boca durante un grato rato: el de la fruta. Hasta el propio idioma, en su retahíla de frases hechas con las que convierte en pildorillas el acervo de conocimientos, se sirve de «dejar buen sabor de boca» para definir la agradable sensación que perdura en el cuerpo después de una placentera experiencia. En paralelo, para expresar lo contrario, manejamos el «dejar un mal sabor de boca». Vaya, como si, en vez de un plátano, nos hubiéramos tragado una palada de arena. O dos, si nos referimos a este Pucela que, tras necesitar semanas para arreglar –y no me pregunten el cómo– el desaguisado de los cuatro míseros puntos en las cinco primeras jornadas, ha venido a encallar cuando parecía que los vientos le soplaban a favor. El calendario ofrecía a los blanquivioletas dos cierres de jornada, la doble potestad de saborear el postre, de ser parte del último partido, el que se disputa con el resultado de los rivales ya certificado. Una oportunidad si desde esa perspectiva, como fue, has podido otear los sistemáticos deslices de los competidores más señeros y, con ello, anular presiones añadidas. Pues nada, en vez de con el dulzor de la fruta, el Pucela esperará el retorno con el sabor del aceite de ricino que embadurnó las dos últimas rebanadas. Y muchas dudas, de juego y plantilla.