He escuchado, y en más de una ocasión, que, de no haberle
atropellado la fatalidad en forma de muerte prematura, Marcos Fernández hubiera
convertido al Real Valladolid en una suerte de Villarreal, que el proyecto del
constructor de origen leonés iba bien encaminado para borrar de la espalda del
Pucela la vitola de equipo ascensor -cola de león o cabeza de ratón- y
asentarle entre la oligarquía que sale de casa para viajar por Europa. Tal vez quienes
así opinan tengan razón, tal vez no; darlo vueltas a estas alturas no es más
que un juego, un artificio estéril: las ucronías no se pueden confirmar ni
refutar. Lo único cierto es que la historia del Real Valladolid desde entonces
hasta aquí es la que es y no tenemos ni idea de cómo hubiera sido si hubiera
sido de otra forma.