lunes, 3 de mayo de 2021

GATEAR, REPTAR. COMO SEA

Hace ya muchos milenios que la evolución dotó a nuestros antecesores de la capacidad de separar algunas extremidades del suelo, de vivir erguidos. Gracias a aquellos saltos que nos separaron de los reptiles, que nos privilegiaron entre los mamíferos, fueron posibles los avances del proceso de hominización. Como contrapartida, hemos perdido habilidad para movernos a ras de tierra, para arrastrarnos -ojo, solo en sentido literal- con soltura. Quebrada involuntariamente la verticalidad, tanto da si el decúbito es supino, lateral o prono, nos sentimos frágiles, asumimos nuestra endeblez, nos empequeñecemos. Una de las causas se relaciona con la visión que se nos presenta desde tan abajo: las perspectivas, las distancias, la accesibilidad, hasta las relaciones, son radicalmente diferentes a las del mundo que conocemos.