domingo, 3 de diciembre de 2023

ATONÍA, AFONÍA, AGONÍA

Nunca probé drogas de las catalogadas como duras. Al margen del contexto social en el que me desenvolví en las épocas más propicias para haberme despeñado por el precipicio –un entorno alejado de determinados ambientes marginales en los que se requerían dosis de heroicidad para retorcer el destino– la razón concluyente de mi constante negativa procedía de mi interior, del miedo que me provocaba a mí mismo. Intuía que, ante mi presencia, el 'prueba, que por una vez no te va a pasar nada' se trastocaba en falacia, el mendaz 'yo controlo' carecía de validez. Muestro una incapacidad absoluta para esquivar comportamientos adictivos. Por eso no compro más jamón del apropiado para comer de una sentada. Si adquiriese mayor cantidad, esta dejaría de ser 'apropiada' porque caería igualmente de una sentada. Por eso no me doy de alta –ni aunque me cedan la contraseña– en plataformas televisivas. Ni sabría por dónde empezar, ni mucho menos cómo terminar.