"Alguien tenía que haber
calumniado a Pucela K., porque sin haber hecho nada malo, fueron a detenerlo
una mañana". Once funcionarios habían detenido al susodicho allá por junio
del año pasado y, desde entonces, se encuentra inmerso en un procedimiento
futbolístico del que no sabe como salir, entre otras cosas porque no sabe como
entró. El caso es que el Pucela K no puede defenderse de algo que desconoce y
sus argumentos son vagos e inconcretos porque en realidad no sabe qué escribir
en el pliego de descargos. No deja de intentarlo pero, una y otra vez, sus
apelaciones chocan con instancias superiores que detienen todas sus
intenciones. Pretende alzar la vista y mirar a su alrededor, pero no ve más que
situaciones incomprensibles protagonizadas por los once burócratas que se
encuentran enfrente; busca ayuda en quien cree que puede ser un aliado, pero
tras cada escalón que sube se abre una nueva escalera. El fiscal que acusa sin
acusar debería vivir en el fútbol pero asienta su despacho en oscuras
buhardillas de las afueras.