lunes, 9 de febrero de 2004

CRUZADA CONTRA EL SEXO

Cuentan que allá por el 48, cuando se estrenó Gilda en Madrid, hubo alboroto. El detonante fue el dichoso guante de terciopelo que la Hayword se quitaba ante el pasmo de esa España hambrienta de pan y libertad. Los que acudieron a esa sesión, en pleno delirio onanista, percibieron que les robaban, exhibiendo una versión alicorta de la película, el desnudo de la diva que hubiera saciado, siquiera fugazmente, sus deseos cohibidos. Intuyeron censura donde no la había, porque la había incluso donde no la intuían. Erraron de diana pero el disparo iba bien dirigido.