miércoles, 6 de octubre de 2021

LA RAZÓN ASESINADA

Con la misma perplejidad que don Sebastián en ‘La verbena de la Paloma’, podemos exclamar que ‘hoy las democracias adelantan que es una barbaridad’. Él, tras escuchar a su amigo don Hilarión la singular noticia de que ‘el aceite de ricino ya no es malo de tomar, se administra en pildoritas y el efecto es siempre igual’; nosotros, tras la sucesión de impactos verbales solo de la última semana, bien producidos en la convención itinerante del PP, bien emitidos desde allende los mares por la presidenta madrileña o bien propalados con regodeo por el que fuera hasta casi ayer oráculo monclovita. Si la democracia fue, pretendió ser, una forma de gobierno en la que el poder se otorga -ha sido conquistado- a la ciudadanía; posteriormente se afinó como un sistema de representación en la que, sobre el papel, la dirigencia política servía al pueblo al que representaba; ahora ha avanzado para identificar a la gente de la calle con el papel de clientes.