lunes, 2 de septiembre de 2002

14 DE ABRIL

Estadio de Montjuich. Año 1936. España-Alemania. Suena el himno alemán. Los once levantan la mano para realizar el saludo fascista. Suena el español (de Riego) y el capitán, Ricardo Zamora, levanta el puño y a su vez el resto de los componentes del combinado hispano se adornan con el mismo gesto de orgullo desafiante al totalitarismo. Ninguna otra imagen representa la belleza de esa niña, nacida un 14 de abril, vilmente torturada y asesinada antes de llegar a la pubertad. ¡Qué gran mujer podría ser hoy!. Engendrada con entusiasmo, nacida con dolor e ilusión a partes iguales, predestinada a morir destripada por los mismos brazos enarbolados por los alemanes, el puño del fascismo totalitario bajo el guante púrpura de la iglesia de los Segura y Gomá. Los jinetes totalitarios creyeron que, con la niña, moría el sueño de una sociedad libre pero los sueños están para crecer entre las plagas. La niña, el puño en alto de Zamora, representan, más allá de una forma de gobierno, el anhelo de una verdadera emancipación del estado muy lejos de la imagen del presidente de esta comunidad presidiendo actos religiosos. ¡Qué falta de cultura laica!. A dios lo que es de dios y al cesar lo que es del cesar.