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Imagen tomada de periodistadigital.com |
A los gestos, en el terreno político, les ocurre lo mismo
que al gato del señor Schrödinger: están, a la vez, vivos y muertos. Solo
cuando, transcurrido un tiempo, hayamos levantado la tapa de la caja, podremos
descubrir cuál es el estado cierto de este gato, la potencia política real del
gesto en cuestión. La decisión del neonato gobierno español de acoger a las 629
personas que vagaban a la deriva en las aguas del Mediterráneo no va más allá
de ser un gesto político. Un gesto nada simple y de gran valor -afecta
directamente y de forma decisiva a cada una de esas 629 personas- que no pasa
de ahí porque en lo sustancial nada ha cambiado, ninguna estructura se ha movido.
Mañana habrá otro barco en similar situación y nos encontraremos en el mismo
punto cero, con el gato vivo y muerto a la vez. El tiempo, sin embargo, abrirá
la caja. Podrá ser, para entonces, que la actitud hostil de unos cuantos unida
a la indiferencia de los más postergue ad infinitum un debate imprescindible en
el marco de la Unión Europea, que cada estado actúe en función de sus
coyunturas políticas momentáneas. El gesto habría quedado en nada -ojo, un
‘nada’ vital para los 629-. Podrá ser que el gato esté vivo y la llegada a
puerto español del barco reabra en serio el debate y se empiece a vislumbrar una
solución política de fondo a un problema de gran fondo político: el
Mediterráneo es la frontera que tiene el récord mundial de desigualdad entre
sus dos orillas.