Viene al caso recordar aquella frase que pronunciara
Winston Churchill en la Cámara de los Comunes: “La democracia es la peor forma
de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en
cuando”. No es mi intención refutarla entre otras cosas porque el propio
concepto de democracia nunca terminó de ser bien definido y cada día es más
vaporoso. Su nombre, antaño evocador, se ha convertido en un mantra que se arroja
al que piensa diferente, una piedra que se lanza para justificar una cosa y la
contraria, un señuelo para expoliar manu militari a países que nunca salieron
de la batalla mejor de lo que la empezaron. La cita me viene a cuento por dos
imágenes que se han entrecruzado, por dos fotografías alegóricas de una España
formalmente democrática pero que se cae en pedazos, por dos llantos diferentes
cuyas lágrimas alimentan el mismo río: las de Carmen Martínez Ayuso, la mujer
vallecana de 85 años que ha sido desahuciada viendo su casa, y en ella su vida,
por última vez y las de los trabajadores de Campofrío en Burgos sintiendo el
riesgo de que esa columna de humo fuese a resultas de un fuego que estaba arrasando
su futuro.