Hemos tenido que esperar tres meses para
disfrutarle, de nuevo, en su hábitat natural: el rectángulo verde de los
sueños. Una especie depredadora, el entrenador, le acecha y sólo permite que de
tanto en tanto se le vea como a los indios en una reserva o a ciertas especies
animales en un parque zoológico.
Él pertenece a
una especie sospechosa por abrumador talento, peligrosa por cuestionar lo
incuestionable, inadmisible por no ejecutar lo previsible, reo por realizar lo
sorprendente. Quién con sus pases cuestiona al encefalograma plano del
entrenador, que quiere futbolistas de producción en cadena, ha de ser
castigado.
En el fondo
estamos topando ante el mundo que se impone. Engordamos rápido a las vacas,
destruimos el Amazonas, llenamos nuestro estómago de comida basura (como
nuestros contratos) y follamos “aquí te pillo, aquí te mato”. Iván, con su
fútbol, es un subversivo, una especie de Subcomandante Marcos. Sus pases
inquietan como inquietaba García Lorca con sus versos.
Y si el
panorama se oscurece, no lo duden, más policía. Hablarán de eficacia.