jueves, 18 de septiembre de 2014

EL APROBADO SE ARRANCA

Detrás de mí hay una mesita, sobre ella se apilan un buen número de libros de texto pendientes de abrir junto a otros tantos cuadernos que esperan ser estrenados. Es el trabajo de todo un año, el trabajo por hacer. Los chavales, mi hijo en este caso, nos sacan ventaja a lo que dejamos de serlo, ellos saben lo que les espera. Nosotros, por el contrario, vivimos en medio de una incesante zozobra, en un país que se tambalea y donde no hay un libro de texto en el que estudiar las materias de las que seremos examinados a lo largo del curso. 
Da la sensación de que hasta aquí hemos llegado, de que esto se ha agotado, de que el temario que nos fueron explicando desde hace cuarenta años ha dejado de ser creíble, que ni la tierra es plana ni gira alrededor del sol. Las clases de economía suenan a falso de puro farragosas, sucesiones de palabras que parecen decir y no dicen nada con un único objetivo: esconder lo evidente. No es cierto que las cosas vayan mal porque tenga que ser así y mucho menos que vayan mal a todos. Van mal para las personas que viven de su trabajo y para las que ni trabajo tienen, van mal porque no son ellas las que han fijado las reglas del juego. Pero de nada valen las quejas, decir que el suspenso es por culpa del profesor que nos mira con ojeriza, que le caemos mal, que nos tiene manía. No hicimos los deberes que nos correspondieron, creímos, cosas de tener un coche y un piso aunque fueran hipotecados, que la asignatura de la vida era una maría que aprobaríamos sin ningún esfuerzo.