Se acerca el momento decisivo para agricultores de cereal y
estudiantes de segundo de Bachillerato. Días de nervios; la suerte, sin embargo, ya está echada. Falta
la cosecha, el examen, pero nada saldrá de ahí que el curso no hubiera ido poco
a poco narrando.
Los agricultores saben que su nota final será un rotundo
suspenso, que la falta de agua primaveral agostó sus cultivos, que no van a
recuperar ni el trabajo realizado. Cerrarán la campaña con un lamento y un
¡otro año será! a modo de triste consuelo.
Los estudiantes se encuentran enfrascados en lo que antaño
llamábamos Selectividad o hincando codos preparando el asalto a una segunda
vuelta de exámenes que les permita rematar lo pendiente. En uno u otro caso,
anhelan cerrar una etapa y formarse profesionalmente mediante algún Grado
Superior o abrir las puertas de la Universidad. Al margen de la cosecha de cada
cual, los aspirantes de nuestra comunidad se quejan de que la prueba selectiva es
aquí comparativamente más dura que realiza el estudiantado de otros territorios
lo que merma su nota y con ella las posibilidades de elegir la titulación
deseada.