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Imagen tomada de diariodesevilla.es |
Quiso el azar que una noticia recentísima haya venido a apostillar la
reflexión expuesta en el artículo que publiqué en este mismo espacio la pasada semana. Entonces, mis letras incidían en la necesidad de que la política penal
tuviese un componente que sirviera para resarcir a las víctimas por el daño
recibido pero que no podían ser estas las que, en función de una ira y una
rabia naturalmente humanas, marcasen las pautas de lo escrito en los códigos.
Que de avanzar por ese camino llegaríamos al lugar en que la venganza se
convertiría en la dovela central del edificio del derecho. Un territorio
embarrado del que logramos -lograron nuestros antepasados- salir tiempo atrás.