Por entonces, el soberano de turno no tenía más que hacerse con el control religioso de una comunidad, convertir su deseo en ley de Dios y el miedo al infierno se encargaba de docilitar a la población. Paulatinamente, ese miedo concreto dejó de surtir su efecto y determinados usos, antaño pecaminosos, se normalizaron. Entendimos, con Oscar Wilde, que la mejor manera de librarse de las tentaciones es ceder ante ellas. La paradoja se contaba sola: si creemos en el demonio, le daremos la espalda; ahora bien, si no lo tenemos presente, actuaremos según sus deseos. Por eso, a juicio de los que creen en su presencia, el principal poder del ángel caído consiste en habernos convencido de que no existe.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
jueves, 1 de octubre de 2020
EL DIABLO COTILLA
Durante muchos siglos, al menos en nuestro ámbito cultural de
referencia histórica, el ‘Maligno’ jugó
un papel amenazador, tentaba a los humanos con el afán de hacerles desobedecer
el mandato divino, anotaba en alguna libreta ígnea cada uno de sus triunfos y
asumía el control de las almas de los difuntos desobedientes. En el fondo, nada
distinto a los manejos de cualquier comercial de una compañía telefónica: usaba
sus artimañas para convencer de las bondades de sus productos y, tras el sí, el
incauto cliente estaba condenado a penar por las centralitas.
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