viernes, 6 de noviembre de 2009

EL INTERESADO DESPRESTIGO DE LA POLÍTICA

Son dos anécdotas de sobra conocidas pero ilustran a la perfección lo que quiero contarles. La primera de ellas tiene como protagonista al dictador Franco, le sitúa en su despacho, frente a él un alto cargo de su gobierno se lamentaba de las vicisitudes a las que se veía sometido.

Son dos anécdotas de sobra conocidas pero ilustran a la perfección lo que quiero contarles. La primera de ellas tiene como protagonista al dictador Franco, le sitúa en su despacho, frente a él un alto cargo de su gobierno se lamentaba de las vicisitudes a las que se veía sometido. El tirano, con su voz atiplada, le aconsejó: Haga usted como yo, no se meta en política. Ahí es nada para quien se adueñó ‘manu militari’ de España y la sometió durante cuarenta años a sus designios. En la segunda, el protagonista es un discípulo de aquel, el inefable Manuel Fraga. Cuando le preguntaron por su concepción de la política replicó diciendo que era algo tan feo que hasta las suegras se llamaban así. Curiosa apreciación cuando viene de alguien que, lustro arriba, lustro abajo, lleva medio siglo sin apearse del caballo. Vienen a cuento porque la política está cada día más desprestigiada. Los innumerables casos de corrupción que estamos conociendo sumados a los comportamientos poco edificantes de muchos representantes políticos, han contribuido a ello. Las personas del común sienten cada día más desapego por la política como corolario de la actitud de estos representantes.