domingo, 18 de febrero de 2024

CAMBIAR PARA CAMBIAR

Los vientos de la historia agrietan, resquebrajan y derriban las estructuras construidas en el pasado. En su caída, los muros aplastarán a quien, por poderoso que sea, se ampara bajo su sombra pretendiendo que la antigua solidez se mantenga incólume. En las semanas previas al comienzo de las algaradas que desembocarían en la Revolución francesa, en la corte de Luis XVI nadie podía vislumbrar los acontecimientos que provocarían el hundimiento de una visión del poder, de un régimen agonizante; ninguno comprendía que se estaban escribiendo los renglones de la posdata de una época. El epítome lo conforman las palabras que el pueblo atribuyó –las pronunciara ella o su antecesora María Teresa de Austria– a la reina consorte, María Antonieta, al ser prevenida por algún consejero – «Majestad, no tienen pan»– de los lamentos, silenciados por los muros del palacio, de una población devastada por la hambruna: «Que coman pasteles».