domingo, 16 de marzo de 2014

UCRANIA TAMBIÉN VIVE EN VALLADOLID

Pasean a diario por las mismas calles que nosotros, sus hijos acuden al mismo colegio que los nuestros, la crisis económica de nuestro país hace mella de igual manera en su día a día, pero estos días tienen una preocupación añadida. En su tierra natal se juega una partida de esas que si es difícil saber cómo han empezado, resulta imposible adivinar el rumbo que va a tomar. Iuliia Andriyevska, Tatiana Zhuravska, Oksana Guryn, Bogdan Marchuk y Vadim Bondarenko son cinco de los más de doscientos ucranianos que viven en Valladolid. Han querido compartir con El Norte de Castilla sus reflexiones y exponernos sus temores.   



Van llegando de uno en uno, en cada rostro se vislumbra la preocupación, esa forma de miedo inconcreta, de temor a no se sabe qué cuando la mirada al frente no aventura nada bueno. Al entrar en el bar en el que estábamos citados me encuentro a Oksana Guryn que ya estaba esperándonos sentada en un taburete en la barra. Le acompaña Chema, su marido, un vallisoletano con quien tiene dos hijos, los saludo y les presento a Iuliia Andriyevska. Oksana muestra su sorpresa: “¿También eres ucraniana?” Iuliia es la camarera que les ha atendido y no se había percatado de que eran paisanas. Se ríen y se elogian mutuamente el nivel de castellano. El punto de partida de Oksana es Staryi Sambar, una ciudad atravesada por el río Dnister situada apenas a veinte km de la frontera con Polonia; el de Iuliia está en la localidad de Skvyra, a poco más de cien km al este de Kiev, el epicentro del terremoto ucraniano. A continuación entran Bogdan Marchuk y Vadim Bondarenko, dos chicos que recién acaban de sobrepasar la mayoría de edad. Ellos llegaron a Valladolid siendo todavía unos niños, pero no han perdido los lazos con la tierra de origen de sus padres, son miembros de esa segunda generación que eternamente padecerá la enfermedad del doble desarraigo, forasteros aquí y extraños allá. La última en incorporarse es Tatiana Zhuravska. Al igual que Oksana, lleva años afincada en Valladolid, aquí conoció a quien hoy es su marido y aquí nacieron sus dos hijos.  Ellos dejaron Ucrania en su día, las cosas en la joven república no parecían sencillas y eligieron emprender un camino cuyo destino tenía una escala, en algún caso, si esto se puede afirmar alguna vez, puede que definitiva, en Valladolid.