Lo
que se encierra entre las cuatro paredes del psiquiátrico no es una locura sino
unas palabras. Aislada del mundo, Catherine Holly no tendrá acceso a los
salones en los que la alta sociedad de Nueva Orleans toma el té. Así, una de
esas acaudaladas fanfarronas, su tía
Violet Venable, evita que se eleven a comidilla las circunstancias en las que
murió su hijo Sebastian. Estamos en 1937, en Estados Unidos se está
generalizando una práctica atroz para tratar a las personas que sufren ese
misterio insondable al que llamamos locura: la lobotomía.
Violet,
temerosa aún, decide dar un paso cruel: financiará la reconstrucción de un
decrépito hospital con la sola condición de que operen a su sobrina para que
con el tajo del bisturí el secreto vuele, ahora sí, definitivamente. Su dinero,
la historia de la humanidad, compra voluntades y escribe diagnósticos. Mas
siempre hay personas que no se dejan deslumbrar por el color del dólar, héroes
anónimos enterrados sin fanfarria en la vida real que, sin embargo, consiguen sus
propósitos cuando de cine hablamos. Este enfrentamiento entre Elizabeth Taylor
y Katharine Hepburn se produce en ‘De repente, el último verano’ una película
de Joseph L. Mankiewicz cuyo fin es una pirueta en la que se delata el secreto,
se libera a la oprimida y se humilla a la millonaria. El responsable de este
giro es Montgomery Clift encarnando al doctor Cukrowicz. Este médico, aunque
experto en la mentada operación cerebral, comprende todo lo que está
ocurriendo, sabe que el quirófano está de más y utiliza una práctica incruenta
que también empezaba a estar en boga: el psicoanálisis.
Por
suerte la historia enterró a la lobotomía con las arenas de las psicoterapias y
los neurolépticos pero el ser humano se sigue dejando seducir con facilidad por
las soluciones más drásticas, las menos elaboradas, en un comportamiento que
resumió José María Aznar con una frase: teníamos un problema y lo hemos
solucionado. Los análisis complejos tardan más tiempo en hacerse carne y solo
lo consiguen cuando la evidencia lo pone de manifiesto. El fútbol no abandonó,
y nunca lo hará definitivamente, el patapúm parriba hasta que diversos equipos
lograron éxitos por medio de la comunicación con el balón. En España la Quinta
del Buitre fue la pionera de una escuela que desarrolló Cruyff y que tiene sus
máximos exponentes en los actuales Barça y Selección. Ayer, el Valladolid fue
un digno representante de esa idea. Su partido ante el Almeria fue un lujo para
el paladar y un alivio para estómago poco ahíto de buen fútbol. ¿Qué no ganó? Bien ¿y qué? Este es el camino.
Hasta Zorrilla sonaba de otra manera. No es una cuestión meramente estética, al
revés, lo tres puntos no se quedaron en Valladolid por una serie de jugarretas
del destino. El portero rival realizó uno de sus partidos más completos de su
larguísima carrera, el poste en una ocasión y esa chispita que separa el gol
del casi en otras muchas lo evitaron pero de diez partidos jugados así el
Valladolid gana nueve. Si cabe un pero habrá que decir que el equipo, a ratos,
precisa más ritmo y menos prisa. El Almería con un juego mucho más
lobotomizador obtuvo tajada pero dejó una sensación de equipo menor que a mí me
preocuparía. Un equipo menor, eso sí, con buenos intérpretes, vaya como ejemplo
la tarjeta que recibió Soriano. El público le llamó tonto por ello porque,
aparentemente, no venía a cuento, pero cortó de raíz el juego del Pucela al que
después le costó arrancar. Esa acción por sí sola puede valer de poco pero fue
como una mina en un campo de ellas. Ninguna es imprescindible pero todas son
necesarias.
Este
empate no debe ser una rémora, el juego encontrado junto con la derrota del
Celta son dos motivos para alentar el optimismo. En lo que hagan los gallegos
poco podemos incidir pero en el estilo hay que insistir y en esto es clave la
vuelta de Álvaro Rubio a la titularidad. Nafti es un jugador honrado que
defiende un fútbol que se hizo grande gracias a un teorema defendido de muchos entrenadores y que lo sustentan con una
palabra: equilibrio. Álvaro al futbol le aporta fútbol. Y de eso se trata. A lo
mejor así, de repente, el próximo verano…
Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-03-2012
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