En la comarca de Las Merindades la Cordillera
Cantábrica va dejando de ser para convertirse en páramo, podríamos decir que
ese territorio es la puerta burgalesa de la meseta, la entrada a esa Castilla
que, como escribiera Antonio Machado, es ancha y plana como el pecho de un
varón. Allí, al norte, mirando con un ojo a Cantabria y con el otro al País
Vasco, sigue en pie uno de esos pueblos con más historia que habitantes:
Espinosa de los Monteros. Un pueblo cuyo nombre se asignó a uno de los cuerpos
de la Guardia Real, el encargado de la custodia nocturna de las alcobas de los
monarcas castellanos. La razón hay que buscarla mil años atrás. Cuentan que en
aquel momento el conde Sancho García heredó de su padre el gobierno de
Castilla. Doña Aba, su madre, acordó con
un caudillo musulmán, conspiraron (quizá conspirar solo sea un eufemismo) y
urdieron un plan para traicionar al conde. Una dama de compañía de Doña Aba
conoció las intenciones de esta y, lejos de mantener el silencio por el que le
pagaban, decidió traicionar a la traidora. La dama le contó a su marido,
mayordomo real y natural de Espinosa de los Monteros, la confidencia que había
escuchado y este le fue con el cuento a Sancho García, quien, de esta forma,
pudo abortar el magnicidio y continuar en el trono. El conde, agradecido por el
gesto, se dirigió al hombre: «Leal me fuiste, Sancho Peláez. Desde ahora
guardarás mi sueño. Y que guarden también los hijos de Espinosa en los siglos
venideros el sueño de todos los monarcas que Castilla tenga».
No se puede hablar de traidores entre los
jugadores que ayer defendieron la camiseta del Real Valladolid, pero lo cierto
es que en más de una ocasión la portería castellana estuvo expuesta a un golpe
de machete para decapitar la red. En todas ellas, Diego Mariño se ha convertido
a la vez en la dama de compañía y en el mayordomo real para desbaratar cada
intentona ilicitana. Tras una temporada en la que los porteros recibieron más
críticas que disparos a puerta, después de un año en que el corazón de los
aficionados disparaba sus pulsaciones cuando el balón rondaba el área, parece
que la zozobra se ha acabado: el Pucela cuenta con un guardia en su alcoba del
que poder fiarse. No es poco, su actuación ha permitido que de Elche haya
llegado un punto que ya cuenta en el casillero. Un punto aparentemente cierto,
aunque nada parece serlo después del esperpento que ha tenido como colofón la
retirada de tres puntos que el Mallorca obtuvo hace cuatro meses tras ganar el
partido ante nuestro Pucela. Volviendo a Espinosa de los Monteros, sorprende el
número que allí hay de oficinas bancarias. Por el pueblo te dicen que son la
capital de uno de los valles pasiegos al que surten de servicios lo que da
lugar a jugosas anécdotas como la de aquella mujer que fue a cambiar un saco de
billetes de mil pesetas en euros. Le hicieron una cuenta y cuando ella la abrió
y vio las palabras DEBE y HABER, se hinchó de desconfianza y dirigiéndose al
director de la oficina le espetó: «¿Cómo que debe haber? ‘Tié’ que haber». Y no
dejó de ir día tras día a comprobarlo. Pues eso, gracias a Mariño ‘tié’ que
haber cuatro sabrosos puntos en la cuenta.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-09-2013
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