Me acosa, tenaz, el eco de Víctor Jara en mi cabeza. Así, mientras veo el partido, tarareo repetida e inconscientemente una melodía del cantautor al que el felón chileno le cortara las manos y la lengua.
«La vida es eterna en cinco minutos». Cinco minutos
interminables han desembocado en la salvación de un equipo que, por la
más estúpida carencia de ambición, ha estado a punto de lastimar el
orgullo de su afición. Atrás queda ese debate que mataron hace semanas
sobre si era conveniente aspirar a más. Insisto, de haberlo intentado no
nos hubiésemos visto en este trance.
«Suena la sirena de vuelta al trabajo». La desidia tiene
estas cosas. Cuando ya habían dado por concluida su labor se topan con
la realidad. Faltaba algo más, un punto salvador, y ellos con esas
pintas vacacionales. Han vuelto al trabajo, cabizbajos, para gritar que,
cuando quieren, pueden. La respuesta al porqué no pudieron, al porqué
no quisieron, mancilla la imagen de un grupo tan conformista como lo es,
a veces, la ciudad que lo alberga.
«Y tú caminando, lo iluminas todo». En marcha, este
grupo, ha alumbrado instantes de gozo que ya moran indelebles en el
subconsciente colectivo blanquivioleta. Al poner el freno de mano
emborronaron una temporada que ya no será para el recuerdo.
«Los cinco minutos te hacen florecer». Hubo más nervios a
lo largo de la semana que durante los ochenta primeros minutos del
partido. Todo se iba poniendo de cara, cada gol cantado en cualquier
campo beneficiaba al Pucela, pero, como en una metáfora de la temporada,
los prometedores inicios se corroían minuto a minuto hasta el punto de
que todo se jugó en el cara a cara con el Betis. Las flores llegaron en
ramo, no tomaron la forma de corona funeraria y la alegría final
compensó la angustia de esos últimos cinco minutos.
«Muchos no volvieron, tampoco Manuel». El Valladolid
continuará en Primera, ‘el furbol, amigos, es asín’, por gracia de un
gol del transparente Aguirre, lo que ya es un milagro en sí mismo.
Con este alivio concluye la peripecia de esta temporada.
Un año se estira mucho y, para mí, éste, mucho más. Doce meses atrás,
triste por otros motivos, no imaginaba que iba a disfrutar de esta
posibilidad. Hoy quiero enviar éstos últimos pases desde la línea de
fondo a Juan, Angélica y María Jesús para agradeceros el estímulo
inicial, a Diego, que es mi vida, por existir, a ti por sonreir tan
cerca, a vosotros por dedicar unos minutos a estos renglones, a la gente
de deportes por aguantarme y a Eloy por confiar. Seguimos en pie. Hasta
la próxima temporada. O no.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 1-6-2009
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