Nuestros padres eran más cerrados
que nosotros y nuestros abuelos iban más a misa que nuestros padres. Así visto,
así parecía, cada generación daba un paso más en una línea recta. Nos convencieron
de que la historia permanece inmóvil y somos nosotros los que avanzamos sobre
ella. Sin vuelta atrás, sin parapetar lo conseguido, sin miedo, por tanto, a
perderlo, sin consciencia, sin memoria. De repente, vuelta atrás. Y ahora nos
preguntamos cómo hemos llegado hasta aquí, hasta un punto desconocido que, sin
embargo, se parece demasiado a lo descrito en las novelas del pasado. Fortunata
busca en los contenedores mientras los hombres cercanos a Jacinta ejercen de
dueños de todo, de todos y de todas.
Volvemos, digo. La parte de la
sociedad que se denomina ‘indignada’ reclama algo tan ‘revolucionario’ como
transparencia, exige algo tan ‘radical’ como que los gobernantes cumplan lo que
proponen en los programas electorales, reivindica algo tan ‘rompedor’ como participar.
Todo aquello que ya creíamos tener, todo aquello que nunca pensamos que se
pudiera perder. De nuevo a la casilla de salida, de nuevo con la puerta
cerrada. De nuevo a la calle para pedir lo elemental, un decálogo de buenas
intenciones, no robarás, no matarás. Nada por soñar, nada por transformar.
Demasiado y, a la vez, demasiado poco. Las mil revoluciones pendientes siguen
pendientes porque, entre otras cosas, están en la carpeta de asuntos para más
tarde, como si la historia fuera lineal, como si después de esto fuera a llegar
necesariamente lo otro, como si no tuviésemos, ya, nada nuevo que decir, nada
distinto que proponer, ningún camino más allá en el que luchar.
Publicado en "Último Cero" el 22-12-2012
en todo el centro
ResponderEliminarEs tan desesperante, como cierto fue que lo dejamos todo en sus manos. Bajamos la guardia, simplemente porque en ningún momento, muchos, una gran mayoría no quisieron ver. A otros, unos pocos, nos llamaron agoreros. Ahora la gente se muere de hambre,
ResponderEliminarIndignada de los que se indignaron, de los que se indignan.
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