domingo, 23 de diciembre de 2012

SUTIL MECANISMO

El complejo mecanismo de la vida de vez en cuando embarranca y nos enfrenta al espejo que todos sabemos que tenemos en casa, pero al que no queremos escuchar porque nos recordaría nuestra vulnerabilidad, nuestro carácter efímero. El cuerpo es el milagro inexplicado de la evolución y encierra en alguna parte de sí dos depósitos invisibles, en uno se atesoran los recuerdos, del fondo del otro brotan las ilusiones. Con el material de ambos se amasan las emociones. Pero no dejamos de ser un conjunto de reacciones químicas que se realizan sobre una base de agua. Dicen que la medicina no es una ciencia exacta, pero nada menos cierto, simplemente no existe el conocimiento suficiente para comprender los arcanos de una maquinaria tan impecable como sutil. Tan sutil que está expuesto a miles de vicisitudes que en algún momento pueden desengranar cualquier cadenilla y terminar afectando a todo el montaje. Estamos enfermos, buscamos soluciones, química que recomponga la química. Salvo que la enfermedad se llame cáncer, entonces agachamos la cabeza y tememos lo peor, la palabra viene a despertar nuestros miedos atávicos y la asociamos a algo parecido a una condena a muerte. Ya no es así, la medicina demuestra que sí es ciencia y va desentrañando parte del misterio pero el miedo sigue latente, al cáncer y a ser nosotros los señalados. Quizá por eso, porque no hay criterios que garanticen la inmunidad, todos sufrimos al saber que que alguien está señalado por esa cruz del destino.
El fútbol de élite ocupa tanto espacio que ha convertido a sus personajes en algo parecido a vecinos del portal. Si  uno de esos ‘privilegiados’ sufre la temida enfermedad, nos pone a todos ante el mismo brete y se genera una empatía puesta de manifiesto al inicio del partido: todo el público ha aplaudido al escuchar por megafonía el nombre de Tito Vilanova. Cuando se hizo pública su situación se dijo que todo debe ponerse en segundo plano, que lo único importante es la vida. Así es pero no del todo. Lo importante de la vida es lo que se vive en ella y el mejor homenaje es ponerla en marcha de nuevo. Si de fútbol se trata, hay que volver al fútbol. Disfrutar de la vida y luchar contra lo que la ataca, que no es solo la enfermedad.
El Real Valladolid es el primero que ha comprobado que, sin Tito en el banquillo, el Barcelona sigue siendo, como el cuerpo humano, una maquinaria tan sutil como impecable. Frente a ella, el Real Valladolid ha demostrado, otra vez, gallardía en la forma de enfrentar y convencimiento de sus valores. Si han servido para llegar hasta aquí, y nadie garantiza que cambiando podamos conseguir algo mejor, qué mejor que insistir en lo que se sabe. En el fondo sabían, además, que contaban con una ventaja, nadie les reprocharía perder.  Así consiguieron algo que no  puntúa pero que aumenta el valor del colectivo: meter el miedo en el cuerpo al gigante. Hasta el último segundo cupo la posibilidad de que el Valladolid desengranara el sistema. No pudo ser,  pero demostró que nadie está libre de enfermedades. Ah, y que el cáncer se cura. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-12-2012

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