¡En qué pocas
letras somos capaces de esconder tantísimas historias! En tan pocas como
cuatro, las que forman la palabra tren. No hay cuatro letras mejor
aprovechadas, cuatro letras que aprietan los botones de la memoria y la
fantasía, cuatro letras que alimentaron sueños, que acercaron a padres e hijos,
que permitieron que los pueblos no fueran tan pueblos, ni las ciudades tan
inaccesibles. Cuatro letras que dieron besos, que nos llevaron a la consulta
del médico o al internado dos veces por trimestre. Cuatro letras con las que
podría empezar cuarenta relatos, unos de trenes perdidos, otros de trenes
cogidos por casualidad. Podría contar cómo aquel día tuve que dormir en una
parada de metro -porque las dos de la mañana del martes ya es miércoles- o
hacerme el dormido porque el dinero en pesetas no me llegaba más que para
Medina del Campo.
Pero cambian los
tiempos -llegaron los trenes grandes que fueron comiendo inexorablemente a los
chicos- y las concepciones, pasamos del estado social al de tanto tienes, tanto
vales; de esta forma el valor del tren se dejó de medir en servicio, pasó, sin
más, a ser un apunte contable. La suma de estos cambios dio como resultado la eliminación
de la biodiversidad ferroviaria, en breve la fauna estará solo compuesta por AVES
con cara de modernidad y pico para la rapiña, aves de mal agüero cuyas alas
solo podrán pagar unos cuantos. Los demás, como las vacas, los veremos pasar si
entender lo que ocurre.
Cuando ese proceso
termine, las historias que están por escribir nunca podrán ser escritas y nos
preguntaremos dónde habrán ido esos besos que ya nunca dimos, los pueblos
estarán de nuevo a miles de kilómetros de las ciudades y acudir a la cita del
médico será aún más complicado.
Parece que molestan
estas cuatro pobres letras que no me dejan más remedio que conjugarlas en
pasado, pero que añoraremos cada día más. Porque ahora dirán que sobran, como
no hace tanto desechábamos un abrigo porque ya no estaba de moda. Ahora, ya sin
empleo, tenemos frío pero no podemos comprar otro.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-05-2013
Q razón tienes. Acaso es necesario viajar a 300 km/h y llegar de Madrid a BCN en dos horas y media? Vivimos en el mundo del streess, todo hay q hacerlo deprisa, corriendo, a gran velocidad, aunque no disfrutemos de ello.
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