A José Luis, a pesar de su timidez, no le faltaban recursos para
encontrar novia. De hecho más de una chica estuvo tentada de dar ese
‘sí’ a su propuesta de relación, pero en el último momento todas
salieron por patas en cuanto mentaba su trabajo: parecía que ninguna
quería compartir lecho y vida con quien trata a diario, aunque sea
profesionalmente, con cadáveres. Carmen no tenía mejor suerte, ser hija
de un verdugo era una peste que alejaba a los hombres de su vera. Amadeo,
el padre de Carmen, el verdugo, se topa con José Luis. Al fin y al cabo
ambos trabajan con la muerte y en un Madrid provinciano estaban
condenados a cruzarse. Amadeo debería recibir un piso, pero este, ya
mayor, era consciente de que nunca podría disfrutar de ese beneficio
porque se jubilará antes de la entrega. Entre una cosa, ayudar a su hija
a encontrar marido, y otra, no perder el piso, José Luis es el
denominador común. Si el joven se casase con su hija y aceptase la plaza
de verdugo que quedará vacante tras su jubilación, mataría dos pájaros
de un tiro: tendría yerno y piso. José Luis no veía muy claro el paso de
trasladar cadáveres a fabricarlos él mismo, pero Amadeo le aseguró que
sería poco más que un verdugo nominal, que no tendrá que matar a nadie.
Oída así, la propuesta no le parece tan mal y, aun a regañadientes,
acepta. Pero a las penas de muerte las carga el diablo y José Luis
recibe una orden de ejecución. Quiere dejar el nuevo empleo aunque eso
suponga perder el piso y el sueldo.
El Celta veía el estadio
Zorrilla como una sala de ejecuciones, el frío collar de hierro rodeaba
su cuello. Solo faltaba que el verdugo hiciera girar al tornillo hasta
que la medula del reo se seccionase irremisiblemente, pero el Real
Valladolid no se presentó. Mejor dicho, lo que se dice ir, fue, pero
silbando, mirando hacia arriba y con las manos en los bolsos. Perdió así
el piso que le hubiera supuesto, vía derechos de televisión, el ascenso
en la tabla y el cariño de esa novia llamada afición que asistió
desencantada a un esperpento del que conocía el final.
En el juego la agresividad viene de por sí. Ya está dicho aquí que una de sus funciones es sublimar los instintos del ser humano. Por ello las palabras relacionadas con la violencia y la muerte (desde jaque mate del ajedrez hasta ‘matar’ en el tute) están siempre presentes. Por eso, cuando en el deporte alguien rehuye de su papel de verdugo, nos deja con la sensación de la falta del deber cumplido.
Quiere la casualidad que, cuando Luis García Berlanga, Ennio Flaiano y Rafael Azcona escribieron el guion de ‘El verdugo’, eligieran Mallorca como el lugar de la ejecución. En la isla balear también tiene el Pucela una ejecución prevista y, visto lo visto, sufrirá tanto como el pobre José Luis, liado por segunda vez, esperando que este reo, enfermo, muera antes del día marcado para la ejecución y, de esta manera, nadie pueda reprocharle su actitud.
En el juego la agresividad viene de por sí. Ya está dicho aquí que una de sus funciones es sublimar los instintos del ser humano. Por ello las palabras relacionadas con la violencia y la muerte (desde jaque mate del ajedrez hasta ‘matar’ en el tute) están siempre presentes. Por eso, cuando en el deporte alguien rehuye de su papel de verdugo, nos deja con la sensación de la falta del deber cumplido.
Quiere la casualidad que, cuando Luis García Berlanga, Ennio Flaiano y Rafael Azcona escribieron el guion de ‘El verdugo’, eligieran Mallorca como el lugar de la ejecución. En la isla balear también tiene el Pucela una ejecución prevista y, visto lo visto, sufrirá tanto como el pobre José Luis, liado por segunda vez, esperando que este reo, enfermo, muera antes del día marcado para la ejecución y, de esta manera, nadie pueda reprocharle su actitud.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-05-2013
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