lunes, 27 de mayo de 2013

VERDUGO REMOLÓN

A José Luis, a pesar de su timidez, no le faltaban recursos para encontrar novia. De hecho más de una chica estuvo tentada de dar ese ‘sí’ a su propuesta de relación, pero en el último momento todas salieron por patas en cuanto mentaba su trabajo: parecía que ninguna quería compartir lecho y vida con quien trata a diario, aunque sea profesionalmente, con cadáveres. Carmen no tenía mejor suerte, ser hija de un verdugo era una peste que alejaba a los hombres de su vera. Amadeo, el padre de Carmen, el verdugo, se topa con José Luis. Al fin y al cabo ambos trabajan con la muerte y en un Madrid provinciano estaban condenados a cruzarse. Amadeo debería recibir un piso, pero este, ya mayor, era consciente de que nunca podría disfrutar de ese beneficio porque se jubilará antes de la entrega. Entre una cosa, ayudar a su hija a encontrar marido, y otra, no perder el piso, José Luis es el denominador común. Si el joven se casase con su hija y aceptase la plaza de verdugo que quedará vacante tras su jubilación, mataría dos pájaros de un tiro: tendría yerno y piso. José Luis no veía muy claro el paso de trasladar cadáveres a fabricarlos él mismo, pero Amadeo le aseguró que sería poco más que un verdugo nominal, que no tendrá que matar a nadie. Oída así, la propuesta no le parece tan mal y, aun a regañadientes, acepta. Pero a las penas de muerte las carga el diablo y José Luis recibe una orden de ejecución. Quiere dejar el nuevo empleo aunque eso suponga perder el piso y el sueldo. 

El Celta veía el estadio Zorrilla como una sala de ejecuciones, el frío collar de hierro rodeaba su cuello. Solo faltaba que el verdugo hiciera girar al tornillo hasta que la medula del reo se seccionase irremisiblemente, pero el Real Valladolid no se presentó. Mejor dicho, lo que se dice ir, fue, pero silbando, mirando hacia arriba y con las manos en los bolsos. Perdió así el piso que le hubiera supuesto, vía derechos de televisión, el ascenso en la tabla y el cariño de esa novia llamada afición que asistió desencantada a un esperpento del que conocía el final.
En el juego la agresividad viene de por sí. Ya está dicho aquí que una de sus funciones es sublimar los instintos del ser humano. Por ello las palabras relacionadas con la violencia y la muerte (desde jaque mate del ajedrez hasta ‘matar’ en el tute) están siempre presentes. Por eso, cuando en el deporte alguien rehuye de su papel de verdugo, nos deja con la sensación de la falta del deber cumplido.
Quiere la casualidad que, cuando Luis García Berlanga, Ennio Flaiano y Rafael Azcona escribieron el guion de ‘El verdugo’, eligieran Mallorca como el lugar de la ejecución. En la isla balear también tiene el Pucela una ejecución prevista y, visto lo visto, sufrirá tanto como el pobre José Luis, liado por segunda vez, esperando que este reo, enfermo, muera antes del día marcado para la ejecución y, de esta manera, nadie pueda reprocharle su actitud.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-05-2013

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