El Roto |
Aunque haya sobrepasado con creces los trescientos artículos, que son eco de más de tres centenares de partidos del Real Valladolid, sigo poniéndome nervioso cuando veo el hueco vacío. Me levanto, converso, voy, un café, vengo, un cigarro...y así una y otra vez para desesperación de esta buena gente de la redacción. En uno de estos 'ires y venires', hace unos años cayó en mis manos la portada de ‘El Norte’ del día después. No recuerdo el tenor literal, pero venía a decir que el presupuesto del ayuntamiento de la ciudad para el año siguiente sería de unos sesenta millones de euros menos de lo normal. Hablando de ello en un corrillo, se me ocurrió comentar que desde mi perspectiva la lectura que mostraba el titular era errónea, que si bien era cierto el hecho -la reducción presupuestaria- no lo era tanto la introducción del término ‘normal’. Argumentaba que los años de la burbuja nos habían trastocado de tal manera las miradas que habíamos convertido en cotidiano lo que no era más que una situación tan excepcional como nefasta. En realidad, decía, el presupuesto ‘normal’ es el de ahora; el de los años precedentes venía artificialmente hinchado por fondos europeos que tocaron su fin y por el dinero recaudado de asuntos relacionados con aquel hipertrofiado sector de la construcción. Aquella década fue la excepción que generalizó la creencia de que se había convertido en regla. Era la época de «qué bonito han dejado el centro» que sirvió para que todos los alcaldes pudieran gozar de reelección tras reelección. Con dinero en las arcas es difícil -como se demostró- perder en las urnas. El tiempo les pondrá en su sitio. De repente llegó la realidad y nos atropelló.
Pasar de pobre a rico -dice con frecuencia mi madre- es muy fácil, lo complicado es realizar la travesía opuesta. Es tan difícil que aunque lo atestigüen las cifras, a las cabezas les cuesta un potosí adaptarse a la nueva situación. El Real Valladolid, por nombre, por pedigrí, es un club pequeño entre los grandes y grande entre los pequeños. A veces cola de león; otras, cabeza de ratón. Pero poco a poco va dejando de serlo, de la historia no se vive y cada vez es más pequeño entre los pequeños. A media temporada, cuando se encadenaron algunos buenos resultados, llegamos a creer que esa era la realidad del equipo y mirábamos hacia arriba con expectativa de clase media que aspira a chalé y coche de semilujo. Pero de forma súbita la realidad explotó en nuestras caras: el equipo es esto que vemos. Demos gracias a que aquellos puntillos de la buena racha nos permiten comer hoy. En otras condiciones, en tiempos pasados, un empate en casa se hubiera valorado como un revolcón, como una tarde en la que se habrían perdido dos puntos. Ayer, sin embargo, olía de otra forma. Se entendió que no se perdían dos sino que se sumaba uno. El empate supo a teta de novicia. De hecho, el entrenador y los jugadores hicieron todo lo posible para que el partido terminase sin ningún accidente de esos que pueden quitar el pan de la boca. Esta es la realidad, los presupuestos que se fueron ya no volverán, la estatua de Zorrilla no dará más vueltas, el centro se agrietará y el Pucela tendrá que planear un nuevo proyecto más pequeño, que no peor.
Publicado en 'El Norte de Castilla? el 25-05-2016.
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