Cuando alguien me pregunta, y no crean, de vez en cuando algún insensato se atreve, cómo se puede hacer determinada cosa, sonrío en primera instancia y respondo que hay dos maneras: bien y mal. Y remato: procura hacerlo bien. Eso sí, después de la gracieta me desdigo y el interpelador y este menda nos aventuramos en busca de la solución que dé respuesta a ese ‘cómo’. Me desdigo porque en realidad suele haber varias formas diferentes de abordar cualquier problema. Algunas lo resuelven; otras no y muchas, pues depende. Salvo los problemas estrictamente técnicos, que sí se suelen regir por un manual de instrucciones concretas que dejan claro que ‘así sí’ y ‘así no’, el resto quedan al albur de las circunstancias, las opiniones o las expectativas de cada cual. Incluso sin ser relativista, que tal no me considero, es obvio que, al margen de esas grandes declaraciones tan pomposas como vacías, no todo lo que unos catalogan como bien (o mal) merece el mismo juicio para otros. De hecho, esta inexorable disparidad de criterios es la que genera el conflicto social y, precisamente por ello, se convierte en la base de la actividad política. El Gobierno, pongamos por caso, ante unos datos que certificasen la reducción de las cifras del paro podría decir que en materia laboral está haciendo las cosas bien. El que coteje la situación de este momento confrontándola con la de hace una decena de años podrá afirmar, de la misma manera, que la merma de derechos e ingresos de los trabajadores muestra que el Gobierno lo está haciendo mal. Y hablo solo de ‘bien o mal’, no de ‘bueno o malo’que este último par depende siempre de ‘para quién’, y es harina de otro costal.
De la misma manera, el debate teórico sobre lo que es jugar bien al fútbol lleva abierto tantos años como el propio juego y, ya digo, sobre el papel jamás se conseguirá acuerdo alguno. Hay quienes sostienen que jugar bien es ganar y punto; otra corriente apela al control del partido como elemento de medida; otra que lo circunscribe al dominio de las distintas suertes que el fútbol propicia...
A veces, sin embargo, los hechos son capaces de solapar las distintas teorías. Sucede cuando aparece ese ‘bien’ que pone a todo el mundo de acuerdo. Ejemplo: el juego del Pucela de ayer. Se piense lo que se piense a priori, nadie al que le guste el fútbol (salvo en este caso si se es aficionado del Mirandés y por la parte que le toca) podrá decir algo en contrario. El Pucela intentó todo y casi todo le salió incluso mejor de lo previsto; lo hizo, además, de una forma agradable para los sentidos. El único pero, y no es reprochable a los locales, fue la endeblez del rival. Qué poca cosa parecieron los antaño corajudos rojillos.
La pregunta subsiguiente sería por qué no juegan siempre así. La respuesta sería igual de inmediata: porque no.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-12-2016
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