Isa subía azarada las escaleras de su casa nueva. Tenía
prisa por llegar. En su boca se le apelotonaban unas palabras que tenían prisa
por salir. Llamó al timbre. Ni esperó a que su madre terminase de abrir la
puerta.
-Mamá, no sabes lo que me ha pasado.
-Claro, hija, si no me lo dices, ¿cómo lo puedo saber?
-Verás. He parado en los columpios de abajo y solo había una
niña china. ‘La’ he hablado muy despacio porque no sabía si ella sabía el
castellano y me ha preguntado que si me pasaba algo en la boca, que hablaba
raro.
-Es para que me entiendas.
-Si yo te entiendo. Soy de
Valladolid.
-Pues yo pensaba que eras china.
-Pues no.
No acababa el torrente de la niña.
-Nos hemos reído mucho. Pero espera… que lo mejor fue después.
Cuando ya me venía ‘la’ he dicho que si jugaba más veces en esos columpios y me
dijo que sí.
-Pues
mañana vuelvo a esta hora.
-Mañana
no estoy, me voy al pueblo, que es el cumpleaños de mi abuelo.
Los ojos de Isa parecían ya platos.
-Mamá, que ‘la’ dije que yo también tenía pueblo, que se
llamaba Zabancos, y ¿sabes lo que me dijo? Que ese también era el pueblo de su
abuelo. Mamá, que la niña china es del pueblo de los abuelos Teodoro y Martina.
La madre desde el principio intuyó el final de la historia,
la circunstancia casual que iba a producir tal impacto en su hija. Esa niña a
la que Isa se dirigía hablando con lentitud solo podía ser la hija que Encarna
y Fernando habían adoptado tiempo atrás.
Dentro de unos años será difícil que se repita una escena
similar. No solo porque se antoja difícil que siga habiendo abuelos en los
pueblos, que siga habiendo pueblos; también porque los niños de para entonces
serán naturales de sociedades étnicamente más heterogéneas. Habrá quien diga
que es el sino de los tiempos. Errará. El movimiento de diferentes grupos
humanos es el sino de todos los tiempos. En cada época de una manera, por unas
circunstancias y en unas direcciones, pero en todas hubo movimiento, contacto,
permeabilidad. El signo de los tiempos, este sí, será que las ciudades serán
cada vez más intercambiables entre unas y otras.
El fútbol, cuántas veces lo habré escrito ya, es un tubo de
ensayo en el que se producen a pequeña escala todas las reacciones que se dan
en la sociedad. Los cambios que se producen en la calle se visualizan en el
fútbol. Que Ronaldo Nazario y Maheta Molango fueran ayer los máximos
representantes en el palco de sus clubes nos deja un par de muestras de esa
evolución. Por un lado, a pesar de las desigualdades de partida, comprobamos
que circunstancias que suponían un freno están dejando (espero que
irremisiblemente) de serlo. En el palco de Zorrilla se dieron la mano dos
mandatarios con sangre negra en las venas. En Leganés y en Eibar serán dos
mujeres las que presidan el partido. Las sociedades evolucionan, el fútbol se
mimetiza. A veces, incluso, para bien.
Por otro, se ha pasado de estar en manos de los diferentes
empresariados locales a que todo forme parte de negocios globales en manos de
capitales con sede en cualquier parte del mundo. Las sociedades cambian, el
fútbol no permanece al margen. El ‘para bien’ es en este caso mucho más
discutible.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 04-10-2019
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