Apesadumbrado tras años de vagar
ejerciendo su labor de pistolero, compungido por el recuerdo de interminables
horas de pendencia, Johnny Logan sustituye la pistola por una guitarra. Así
ataviado, con la excusa de ejercer un trabajo como músico, regresa en busca de
un pasado que abandonó, de la calidez que le evoca el recuerdo de Vienna.
Frente a frente, Johnny suplica a
Vienna unas palabras que le sugieran ‘algo bonito’. Ella, condescendiente, se
ofrece dispuesta a satisfacer sus deseos. Para complacerle precisa las palabras
que él requiere. Y surge uno de los diálogos más ilustres de la historia del
cine.
-Miénteme, dime que me has esperado
estos cinco años. Dímelo.
-Todos estos años te he esperado.
[…]
-Y que todavía me quieres como yo te
quiero a ti
-Te quiero como tú me quieres a mí.
Cuesta refutar las palabras cuando
estas acarician el alma, bien porque se adecúan al deseo, bien porque otorgan
la razón. Tanto, que husmeamos en busca de un halago, que rastreamos en busca
de adhesión. Es posible que Vienna, hasta recitando letra por letra las
palabras demandadas, diga la verdad. Que lo escuchado sea cierto o desprecie la
realidad resulta intrascendente. Logan, de hecho, relaja el gesto y cierra el
diálogo con un tan rotundo como satisfecho ‘gracias’.
Recuerdo esta escena cada vez que me
tropiezo con muestras de enojo por el fenómeno de los bulos, patrañas de toda
la vida. Quizá en otros momentos, no sé, tal vez cuando el diario World,
propiedad de J. Pulitzer, o el Journal de W.R. Hearst incriminaron a ‘los
españoles’ del hundimiento del Maine, cuando el propio Hearst ordenó a uno de
sus empleados eso de “usted proporcione las imágenes y yo proporcionaré la
guerra”, quizá. Los bulos de hoy, como las palabras de Vienna, responden en
muchos casos al interés del que escucha, se transforman en munición para los
propios, los que comparten etiqueta, adscripción, identidad. Trazos gruesos,
sin matices, imágenes que demonizan, relatos que condenan, mechas que
convierten una circunstancia en coyuntura. Como Logan, pero al revés: aparcando
las guitarras, deseando las pistolas.
Publicado en El Norte de Castilla el 15-05-2025
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