jueves, 20 de abril de 2017

EL NINI MUERTO Y EL MOCHUELO PUESTO

Imagen tomada de diariodelviajero.com
Durante unos pocos días al año, en cada pueblo de estas tierras, dos pueblos se superponen: el de ‘el Nini’ y el de ‘el Mochuelo’; el de ‘Las ratas’ y el que emprendió ‘El camino’; el que en realidad es y el que, aunque en alguna ensoñación aparezca, nunca pudo haber sido. Este segundo, en términos numéricos, se impone de forma abrumadora, aunque tan solo en esos pocos días hacen sentir su presencia. El resto del tiempo, la gran parte del año, el silencio sin más recorre las calles. Un silencio locuaz que no para de repetirnos que no está ahí por sí mismo, que su presencia no es más que la ausencia del ruido de la vida.
Sentado, distante, observo. Ahora que se ven, celebran el encuentro postergado con una sonrisa, con un saludo, con un abrazo; conviven en este paréntesis compartiendo unas cervezas; pero los sentimientos y deseos de uno y otro no tienen ya punto de intersección ni empatía que les acerque. Mientras el pueblo primero, el pueblo que queda, pisa un suelo que pide agua, mira azogado el cielo que se la niega, remira buscando una nube que no aparece; el segundo, el que se fue, disfruta del sol y se recrea en la terraza del bar comentando lo bueno que hace. 
Sentado, distante, observo. Pienso en lo que allí queda una vez el ruido impostado de estos días haya desaparecido y el resultado es desalentador: casi nada. Pero que la nostalgia no nos engañe: el éxodo fue porque no podía ser de otra manera. La exuberancia vital de antaño se debía a que el campo necesitaba manos; la pequeña distancia entre pueblos, a que el desplazamiento a la labor se medía en pasos de mula. Llegado el tractor, empezaron a sobrar manos, a envejecer las que quedaron; sobra ahora, aunque duela, tanto pueblo. Su enfermedad es irreversible, terminal.

Ya, ni buena parte de quienes trabajan allí duermen en ellos: han creado su hogar en la cabecera de comarca, donde hay instituto y centro de salud. Si cabe alguna posibilidad de evitar la despoblación pasa por poner las cestas de los huevos en esos núcleos. Los demás que vivan lo que tengan que vivir. Que se cuide a quienes quedan, bien merecido lo tienen. Hasta ahí, no más. En este caso, la respiración artificial tan solo sirve para prolongar la agonía. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-04-2017

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