Imagen tomada de imosver.com |
Eran otros tiempos. Hoy, cualquier cosa que tenga un poco de éxito, entendido como sinónimo de rentabilidad, se repite hasta que la ubre queda seca. Lo que no, se deja morir. A principios del siglo XVII no debía ser tan así, por eso a Cervantes le costó tanto publicar la segunda parte de su Quijote. La primera había tenido una acogida fuera de lo común y eran muchos los que le pedían una continuación. Como respuesta, Cervantes torcía el morro. Tal vez por pereza o miedo a defraudar, ‘el Manco’ no se arrancaba. Hasta que un intruso, el que firmara como Avellaneda, publicó una segunda parte. Esa usurpación fue suficiente estímulo para vencer sus reticencias. Un año después, la segunda parte de las aventuras del enjuto hidalgo pasaban por imprenta. Cervantes, terco como una mula, quiso dejar claro que si la había escrito era, de alguna manera, por una mezcla de orgullo y obligación. Le fue suficiente con una frase puesta en boca del Bachiller Sansón Carrasco: “Nunca segundas partes fueron buenas”. Toda una genialidad, una crítica a las segundas partes en la segunda parte. Un zasca en toda la boca, que diría hoy la chavalería; una patada en su propio culo para patear las nalgas del osado (Cervantes creyó que era Lope) que se atrevió a tomar el nombre del Quijote en vano.
Las segundas partes, lo segundo en general, también están reñidas con la memoria. Nos acordamos del nombre de la persona que hizo algo por primera vez, la segunda es la que encabeza de la lista de los olvidos. Nadie recuerda, por ejemplo, quién era Charles Conrad. Este buen hombre formó parte de la tripulación del Apolo XII, la segunda que fue capaz de pisar la Luna. A menos de cincuenta años, su nombre solo es un apunte anotado en algunos libros. Si ni siquiera nos acordamos de Edwin Aldrin y eso que pertenecía a la primera, la que viajó en el Apolo XI. Aldrin dejó su huella en el satélite, pero, como Armstrong lo había hecho un poco antes, su ración de gloria quedó oscurecida por la de su compañero.
Bien lo sabían Roald Amundsen y Robert Scott. Su encarnizada lucha por llegar al Polo Sur antes que su rival respondía a esta lógica: en las letras gordas de la historia solo quedaría grabado el nombre de uno. ¿Cómo se llamaba la segunda persona que hizo cumbre en el Everest, la segunda que dio la vuelta al mundo, la segunda que…? Ni idea.
Lo segundo, ya vemos, es peor y se recuerda menos. Sucede hasta con los hijos, el
primogénito es más guapo, más listo, más todo. Aunque en esto supongo que mis hermanos no estarán de acuerdo. Pues bien, a pesar de todo, Valladolid quiere una segunda parte, una segunda edición. Tras la lluvia de enhorabuenas recibidas tras la final de la Copa del Rey de Rugby disputada en Zorrilla el año pasado, la tentación de repetir intento era irresistible y así va a ser. Cervantes deja abierta la duda sobre la pertinencia de la tentativa, Conrad, Aldrin o Scott certifican el aserto de don Miguel; el ambiente en la ciudad, sin embargo, deja entrever lo contrario. Parece que Valladolid volverá a ser una fiesta; el estadio, el epicentro y el rugby, la excusa.
Aquella primera vez fue un acontecimiento extraordinario, casi treinta mil personas asistiendo en España a un partido de rugby. Uno de esos días que permanecerá indeleblemente esculpido en el ‘consciente colectivo’ de tres generaciones de vallisoletanos. Uno de esos pocos eventos a los que se podrá referir con un ‘yo estuve allí’. Esta segunda final corre el riesgo de salir malparada en la comparación, de perder el valor de lo extraordinario. Claro que también puede ocurrir lo contrario, al fin y al cabo ‘el partido del siglo’ en fútbol se juega al menos un par de veces por año y ahí sigue, despertando cada vez más atención.
Ese es el reto de la ciudad -de quienes habitualmente respiran rugby y de quienes se suman a la juerga-: convertir la repetición de lo extraordinario en doblemente extraordinario. A lo mejor, para ello, solo hace falta verlo de otra manera: el domingo será el día en que por primera vez se disputará por segunda vez la final de la Copa del Rey de Rugby en Zorrilla.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-04-2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario