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Imagen tomada de theaustralian.com |
Los Mamoudou Gassama son negros, negros. Sociológicamente,
negros, negrísimos. Tan negros que se mimetizan con la noche para volverse
transparentes como estrategia para evitar ser, siquiera, percibidos. Porque
ser, lo que se dice ser, son; son porque piensan y viven, son tanto que cada
minuto están obligados a pensar qué hacer para parecer que no son, a vivir sin
que se perciba que viven.
Bajo la piel de Mamoudou Gassama, el concreto Mamoudou
Gassama, circula un torrente de sangre roja, roja. Sangre viva que aún no se
‘ahorchatado’ por los efectos narcóticos de nuestra civilización. Sangre
instintiva que le urge a acudir en auxilio de quien lo necesita sin parar a
decidir si el acto entraña algún riesgo o no, si es peor el remedio que la
enfermedad, si no será mejor grabarlo para conseguir seguidores en las redes
sociales.