sábado, 26 de abril de 2025

LAS LÁGRIMAS SE SECARÁN

 


Comprendo que multitud de personas no alcancen a decodificar determinadas querencias; al final, a las gentes no aficionadas al fútbol les sorprende que los ventrículos de buena parte del paisanaje aceleren o retarden su proceso de impulsar a la sangre por sus sistemas arteriales en función de las vicisitudes de su equipo futbolero. De forma similar, concibo que a los seguidores de los equipos grandes les resulta ininteligible el apego a clubes que consideran menores, desde tan alto no asimilan la conexión con un equipo que no aspira a disputar los máximos honores, a ser considerado el mejor del mundo. Asumen tal inclinación como excentricidad tangencial, apego cojitranco: ‘del Pucela, sí, ¿pero del Barça o del Madrid?’ requieren en busca de la información perentoria que sus meninges echan en falta.

Hasta que se me abrió esta ventana en El Norte, me incluía en este segundo colectivo. Nací en una provincia sin resonancia futbolera en los medios; en un pueblo, además, demasiado lejano de la capital. Por algún motivo -no descarto que la razón tuviera que ver con el deseo de abrazar la camiseta ‘menos querida’ en aquel entorno- me incliné por el grande menor: un Barcelona que rozaba unos triunfos que casi siempre se le escapaban, nada que ver con el de este siglo. Así, justo tras la derrota blaugrana ante el Steaua en la infausta final de Copa de Europa del 86, llegué a Valladolid. Un tipo – no está de más recordar el aserto de Guillermo Francella encarnando a Pablo Sandoval en ‘El secreto de sus ojos’– «no puede cambiar de pasión» y el blaugrana continúa encandilándome pero, en este proceso, el Pucela se ha ido adueñando en no menor medida de mis latidos en este asunto del balón, ‘el más importante de los no importantes’.

Es preferible, apuntan aquellos aficionados, tal vez me sumé en alguna ocasión, bancar a clubes que regalan alegrías casi cada semana. ¡Qué sandez!, admito hoy. Voy prefiriendo no engañarme. Ser consciente de lo que cuesta todo, de lo falsa que se muestra la euforia cotidiana. El descenso del Pucela se aproxima más a mí que cualquier triunfo de un grande. No es más que otra cagada recordatoria de las veces que uno tropieza, que cae. Y toca ponerse en pie aun con la certeza de que más adelante se producirá otra caída que requerirá una nueva incorporación y otra caída. Y auparse, y dejar, llegado el caso, que te ayuden para poder continuar.

De la misma manera, el Pucela, y yo, no necesitamos el falso refuerzo de sentirnos superiores a nada ni a nadie, procuramos ser nosotros mismos para respetarnos aun con la consciencia de que, de vez en cuando, nos perdemos el respeto a nosotros mismos. Ningún aficionado elige al Pucela para presumir. Tal vez porque, en su modestia vital, sin agarrarse a la contabilidad de títulos, tenga cubierta esa faceta.

El día de este desenlace, Javi Sánchez sintió que su rodilla crujía. Unió su desdicha a la desgracia del club. Las lágrimas dibujaron una trayectoria de caída por sus mejillas. Llanto personal, sollozo colectivo. Lágrimas que brotan y se secan y viceversa. Vida desde la atalaya del Pucela, equipo periférico, ventana desde la que se atisban y reconocen nuestros problemas.    

Publicado en El Norte de Castilla el 26-4-2025

martes, 22 de abril de 2025

HUMANIDAD SE LLAMA EL CAMINO

 


Foto:Efe

Tenía intención de aprovechar este espacio para presentarles dos referencias de un mismo momento, la Semana Santa, en dos tiempos diferentes. Por un lado, ‘Los farsantes’, la película con la que, poco más de sesenta años atrás, Mario Camus presentó credenciales cinematográficas. En ella, el director cántabro muestra las peripecias de una compañía de teatro que malvive actuando en diversos pueblos castellanos. Cada año, al llegar el Viernes Santo, se ven obligados a detener su labor: son días de recogimiento en los que se prohíbe cualquier actividad que rompa el luto. El grupo procesiona por las calles de Valladolid en su desvencijada camioneta en pos de una generosidad que les aloja. Por otro, el ‘hoy’ pleno de actividades tanto en el mundo rural como en el urbano. Unas relacionadas con la propia Semana Santa pero enfocadas, cada vez más, al negocio turístico generado alrededor; otras, aprovechando el ‘otro turismo’ -el que en época vacacional revitaliza unos pueblos heridos de muerte- congregan a los hijos de la emigración en torno a cualquier excusa. “El turismo puede con la lluvia”, observaba ayer el titular de nuestro El Norte.

No tenía intención, claro, de relacionar este proceso de cambio acelerado -sesenta años, normalmente nada en la historia, que han supuesto probablemente el mayor cambio conocido- con el fallecimiento del papa Francisco. Él fue más testigo que protagonista de un mundo que se desestructura. No me atrevo nunca, no soy profeta, a aventurar si camina a mejor o a peor: lo cierto es que nos hallamos en uno de los claroscuros a los que se refería Gramsci. El Manuel bueno de Unamuno hoy no impostaría su fe, de nada le serviría: se desmorona todo el andamiaje.

Pase el tiempo que pase, muchos humanos necesitarán amparo porque otros humanos o el propio modelo social les continuará excluyendo: los recién llegados, los que intentan alcanzar nuestras tierras sin la escarapela de turistas. Francisco tal vez no tuviera la solución pero apuntó el cómo no tratarles. Humanidad se llama el camino.   

Publicado en El Norte de Castilla el 22-4-2025

 

 

ACARREANDO LA PANTÓMETRA

 

 Foto: Rodrigo Jiménez

En las tarde-noches desocupadas de verano, cuando aparece algún incauto jovenzuelo recién llegado al pueblo, la chavalada de la generación del forastero organiza una quedada para salir a cazar gamusinos. Se le explica que los participantes han de separarse con el objeto de rastrear el mayor terreno posible y, mostrando la mayor cara de sorpresa posible, ante la segura pregunta sobre cómo son los gamusinos, se le responde con alguna vaguedad, que si es inofensivo, que ni grande ni pequeño, que hay que estar pendiente porque salen y entran rápidamente de las huras... El resto, ya lo conocen. Mientras el visitante, saco en mano, recorre infructuosamente las afueras de la localidad, los embaucadores vuelven al pueblo y esperan su regreso para celebrar juntos.

 

Claro, que también existe una versión de estos juegos de acogida a la que se recurre en los momentos de ocupación: al estar la chavalada faenando en alguna labor de la que el visitante desconoce los entresijos, para no tener que estar pendiente de él, se le encarga 'ir a buscar la pantómetra' a casa de –normalmente– las personas que le alojan. Si pregunta al respecto, se le contesta con una larga cambiada, ya lo vería cuando la trajese. Al final, como el forastero no lo sabía, la pantómetra era lo que cada cual quería que fuese, una amalgama de trastos sobrantes con la que llenaban el saco que habría de cargar de vuelta.

Ocupados en otras cosas como están los –iba a escribir rivales– equipos que juegan su partido ante el Real Valladolid, uno tras otro, se quitan de en medio al Pucela como a un desprevenido y desubicado forastero mientras transcurre el tiempo de espera para que sus tres puntos preasignados se conviertan en oficiales.

La cuestión es que a este incauto forastero en una categoría que no le corresponde le apetece poco celebrar las bromas, reír la gracias. Más que nada porque, en vez de recibirlo con una sonrisa, le despiden como una insignificante molestia. Y consciente además de que habrá de caminar hasta no sabe cuándo con el lastre de la pantómetra, un saco cargado de utensilios inservibles para la próxima encomienda.

Mientras, aún en esta, corresponde relatar un partido idéntico al pasado, al pasado del pasado y al posterior. Una especie de cansina condena que recuerda al pobre Sísifo pero empeorado. El equipo blanquivioleta ni se afana por una vida inmortal ni agota el ámbito de lo posible. No corre el riesgo de que la roca ruede monte abajo desde la cercanía de la cima porque no ha la ha alzado ni un palmo. No cabe vuelta a empezar porque el primer empezar se mantiene pendiente. Ni los dioses le atarean porque no necesitan condenar a quien no les reta. Albert Camus, mediante este mito griego, pretendió reflexionar sobre el suicidio. El filósofo, por lo demás buen aficionado al fútbol, portero en sus tiempos mozos, habría encontrado material de sobra para profundizar en su reflexión. Al final, Sísifo representa el esfuerzo sin premio, la labor que se desvanece antes de alcanzar el objetivo. El absurdo de la existencia aumenta cuando ni siquiera es posible el engaño a priori, cuando no existe músculo ni para deslizar la piedra unos centímetros.

El fútbol, eso sí, permite vida más allá de la muerte. Siempre ofrece una revancha. Vida al fin, aunque haya que acarrear un lastre que te lo cargaron tiempo atrás así, a modo de broma.

Publicado en El Norte de Castilla el 21-4-2025

 

martes, 15 de abril de 2025

REÍR POR NO LLORAR

 


 Foto: Carlos Gil-Roig

Hemos interiorizado aquella proposición expuesta al modo de una identidad algebraica que asevera que la comedia es igual a tragedia más tiempo. El aforismo se atribuye al escritor (y humorista) Mark Twain aunque, años después, en la película 'Delitos y faltas', Woody Allen puso la frase de marras en boca de Lester, personaje interpretado por Alan Alda, el eterno capitán protagonista de la serie MASH. Falta por definir el tiempo para cerrar la cuestión. Ernst Lubitsch entendió esa cantidad indeterminada como un ligero intervalo entre el hecho trágico y el humor, de forma que en 1942, solo tres años después de la invasión de Polonia, en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, con un Adolf Hitler aún encaramado en el pedestal del poder, presento 'Ser o no ser', una película que relata el trabajo de una compañía de teatro para llevar al escenario la obra 'Gestapo', una invectiva contra los nazis. En otros casos, por menor talento de los autores que el de Lubitsch, menor tolerancia de la sociedad o mayor conciencia y percepción del daño provocado por un hecho, el tiempo transcurre sin que el drama dé el paso transformativo.

 

De alguna forma, la tremebunda temporada del Real Valladolid ha anunciado desde tan temprano el resultado de su lamentable quehacer, que la consciencia del trágico resultado se asumió ya muchas fechas atrás. Tanto, que, aún en plena competición, ha transcurrido tiempo suficiente para que el desastre deportivo alimente alguna chanza. Al fin y al cabo, reírse de uno mismo sirve como terapia para cicatrizar las heridas del alma. Sea el caso, bromeaba un amigo con el hecho de que el partido se jugase en lunes.

 

–A priori, mal horario. Dadas las circunstancias –apuntaba el colega–, podría considerarse bueno porque el Pucela no podría estropear el fin de semana.

Sea otro, en un bar, cuando un cliente apuntó el 1 quinielístico como pronóstico del Atleti-Pucela, la dueña del establecimiento le refirió que esta jornada todo el mundo había puesto a ganar a los colchoneros. El apostante, insinuando una sonrisa que se peleaba con la pena, se encontró en la obligación de apostillar.

 

–O todo el mundo ha puesto a perder al Pucela.

Pues pese a la condena de antemano, los blanquivioleta han soltado a orillas (iba a escribir del Manzanares) de la M-40 un encuentro más que digno, tanto que al pie del minuto setenta vislumbraba alguna posibilidad de puntuar. Ensueño del que despertó por pisotones a jugadores de ese grande empeñado en lucir como pequeño. Sus aficionados captarán la gracia, pero a este menda, pase el tiempo que pase, el juego propuesto por Simeone le resulta trágico. Se aculó ante el Pucela. Ante este Pucela. Me hizo pensar que, cualquier día, el once rojiblanco, permanecerá en el campo guarneciendo su portería como Sam Bartram, aquel portero del Charlton Athletic que el día de Navidad del 37, en un partido ante el Chelsea, se mantuvo bajo los palos pese a que el árbitro había suspendido el encuentro debido a que la niebla imposibilitaba la visión. La diferencia consistirá en que Bartram estaba seguro de que su equipo dominaba mientras los del Atleti creerán que el rival despliega un juego poco incisivo. Aun así, ganaron. ¡Qué fácil es el fútbol contra este Valladolid!

Publicado en El Norte de Castilla el 16-4-2025

 

martes, 8 de abril de 2025

UNA HORA ANTES

 


Foto: Alberto Mingueza

Cada lunes que me corresponde enviar artículo, me enfrento sistemáticamente al límite del último minuto. En esta ocasión, también. Eso sí, a la manera de las noches primaverales de cambio de hora, he adelantado, mentalmente en este caso, el reloj con el fin de rubricar estas palabras con tiempo para acudir puntual a la prueba médica prescrita. Una de las caras, una cuenta pendiente que mantengo con ustedes. Escucho, leo, cálculos a vuelapluma sugiriendo que trabajamos gratis hasta mayo/junio debido a que los ingresos anuales obtenidos en ese tramo acaban en la saca recaudatoria de Hacienda. Remuevo mis números, también a grosso modo, y concluyo con que no podría pagar ni juntando los ingresos totales de un lustro lo recibido de la Sanidad Pública alguno de estos años.

¿Que se producen gastos innecesarios? Seguro. ¿Que las cañerías pierden agua de ineficacia? Sin duda. ¿Que existen albañales indebidos, vaporizaciones interesadas? Indudable. Incluso se puede añadir que la calidad de los servicios públicos tiene margen de mejora; que, aun así, en medio de la complacencia, un tercio de los menores en España camina por las playas del mar de la pobreza. Ahí, en esos puntos, entiendo se debe apuntalar el debate. No vaya a ser que, enrabietados, saquemos el tapón de la bañera y, si me permiten, se nos cuele el niño por el desagüe.      

Escribo esto ahora por mi prueba, sí, pero, sobre todo, inducido por la sensación de que en el frontispicio del debate global que nos atañe se escriben las palabras del Secretario de Estado norteamericano Mario Rubio: “comprendo que haya políticas internas, tras décadas de construcción de vastas redes de seguridad social que quizá no quieran desprenderse de eso e invertir más en seguridad nacional”. Comprendo, pero. Ya saben. Quizá parte del ‘desencuentro’ trumpista con Europa surge por la voluntad de socavar un modelo social proteccionista que se ha mostrado viable. No le molesta Europa, sino su sistema. Exigir más gasto militar pretende obligar a la renuncia. Claro, no son pocos los interesados de aquí que, amparados en la propuesta, escudándose en el ‘yo no quería, pero…’, afilan el colmillo. 

Publicado en El Norte de Castilla el 8-4-2025

 


 

 

 

 

lunes, 7 de abril de 2025

PLAZA DE LA INCAPACIDAD

 

Foto: C. Espeso


En la Plaza de la Incapacidad arranca el paseo de la Incomparecencia. Por esta vía caminan, mostrándose a quien los quiera ver, la sucesión de resultados de un grupo de futbolistas cuya presencia no ha incomodado a los rivales, cuyo quehacer no ha superado el nivel de anécdota intrascendente, cuyo expediente se asemeja al del alumno que, tras acudir al aula del examen en la fecha y hora indicada, arroja el folio de la prueba lleno de garabatos a la papelera. Caminan los que reciben del Getafe –un grupo aguerrido que había anotado apenas veintiséis tantos en veintinueve encuentros– cuatro goles, cuatro por voluntad de no atestiguar groseramente la ausencia de contendiente que pudiera incomodar.

Un recodo muy al final del paseo nos conduce a un portón habitualmente cerrado. Habitualmente, porque cuando se abre trasciende un hedor nauseabundo, si me permiten el pleonasmo. Traspasarla nos adentra en una bocacalle conocida como de la Impotencia. No es frecuente alcanzar este punto de la ciudad; pero, una vez puesto el pie en la callejuela, el portón se cierra por el otro lado. La impotencia arrastra indefectiblemente a un camino de difícil retorno. Los sentidos se embotan, la sesera se ofusca, el arrebato guía el comportamiento: alguno de los pasajeros encuentra la expulsión al confundir intensidad con violencia, otro no domeña la frustración y la transforma en una ira que golpea –al menos pretende– a uno de sus compañeros por hacer o no hacer, decir o callar. Llegados a este punto, el retorno, siquiera a la plaza de partida en busca de otra salida, se torna odisea.

que lo que asustaba en el presente. Nadie puede atemorizar al que ya lo ha perdido todo. La remembranza nos trasladaba al enfrentamiento homólogo de dos temporadas atrás. A aquella noche en que Pezzolano especuló confiado en la ayuda de marcadores ajenos. Por Dios, Paulo, ríndase o no se rinda, pero no espere a que el destino ejecute la labor que está en su mano. En su momento pensé que en ese partido se apuntaba un punto de inflexión, el paso del crecimiento convexo al encogimiento cóncavo. Mal apuntado: si la retracción se mostraba nítida, la inflexión, sigilosa casi siempre, ya venía de antes.

El ascenso posterior, observado desde la perspectiva del tiempo pasado, se convirtió en una trampa que, me atrevo a decir, pilló con el paso cambiado al (o a los) propietario del club. Ni lo preveía, ni lo pretendió consolidar. Dado que muchas de las decisiones en el aspecto deportivo fueron objetivamente erróneas, dado que no tiendo a menospreciar –a acusar de torpeza– a la gente que las toma, sigo creyendo que algo se me escapa. Algún día conoceremos la motivación.

Y en estas estamos, con Catoira realizando análisis, no sabemos si sintácticos o morfológicos, de la nada. Con la nada aparente como proyecto del (o de los) hacendados de la entidad. Con una afición esperando que concluya la tortura rezando para que la calamidad no se prolongue más allá de esta temporada. Y mirando temerosa a Gijón, a Zaragoza, a Coruña...

Publicado en El Norte de Castilla el 8-4-2025