En sus últimos años, Camilo José Cela recibió multitud de homenajes -de esos que sirven más para alimentar el ego del oferente que para ensalzar la valía del perceptor- en los que pronunciaba un discurso de agradecimiento por ‘tamaño agasajo’. Cansado o porque tanto le daba arre que so, les largaba el mismo discurso, cobraba y aquí paz y después gloria. Ganas me quedan de seguir el ejemplo y hacer un corta y pega del artículo publicado el lunes pasado. La sensación, compartida con la mayoría de la afición albivioleta, es una especie de ‘déjà vu’. Parecemos émulos de Bill Murray apresados en el día de la marmota reviviendo una y otra vez lo que ya sabíamos que iba a pasar.
Este Valladolid ha plegado velas y se está dejando arrastrar por una espiral de desilusión, de desidia anímica, y se agarra a una tabla esperando que la marea le conduzca a la playa del fin de temporada. Hoy el brioso -y poco más- Numancia ha sacado los colores a los locales. Suyas han sido las tres ocasiones más claras del partido, todas en la segunda mitad. El cuadro pucelano puede dar gracias a la diosa fortuna ya que Palacios no atinó con la portería desde una posición más que franca y a Del Pino le faltaron menos de dos pulgadas para llegar a rematar una buena jugada de Barkero y Aranda. Y Aranda. Mención aparte merece éste chaval que no termina de acompasar su talento con su cabeza. Hoy ha recortado en dos puntos el botín que su equipo se podría haber llevado. Superada la defensa rival sólo le separaba del gol la barrera de Sergio Asenjo, a su derecha, completamente sólo, un compañero esperaba el balón. Pero el malagueño quiso la gloria para sí mismo y erró. La semana anterior, tras ganar el partido, mientras todos celebraban el éxito colectivo, él deambulaba dando patadas al aire lamentando haber fallado un penalti. Su calidad técnica es tan incuestionable como una falta de madurez que ha mermado su potencial futbolístico. Los sorianos hay días que le matarían y otros le comerían a besos.
Del Real Valladolid, ya digo, no hubo noticias. Algún disparo lejano sin convicción y un remate de Goitom tras un saque de esquina conforman el triste bagaje de otros noventa minutos huérfanos de gol.
La mejor noticia es que el partido terminó, la peor es que quedan tres más. Tres partidos de este equipo que se ha convertido en incompatible con el sexo en fin de semana. Quien lo practique durante la noche del sábado se dormirá viéndolo, quien lo tenga previsto para la noche del domingo, tras verlo, desistirá del empeño ya que su libido caerá a las uñas de los pies.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 11-5-2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario