La calle que acompaña en los últimos suspiros al
Canal de Castilla homenajea con su nombre a Manuel López Antolí. Este
industrial catalán llegó a Valladolid en 1937 y con los hechos demostró que es
cierto ese axioma manido por los amantes de la sociología de bolsillo y utilizado
para levantar los ánimos del personal cuando llueven piedras: las crisis no son
un problema, son una oportunidad. Donde el resto veía una guerra, López Antolí
encontró una fortuna. Trajo su capital y con su conocimientos del sector puso
en marcha una empresa de blanqueo, tintes, aprestos y acabados, Textil
Castilla. La tierra de acogida suministraba suficiente materia prima y la
búsqueda de clientes fue el menor problema: el ejército franquista necesitaba
uniformes y él se encargó de confeccionarlos.
Acabada la contienda, la fábrica continuó activa
y a su calor se desarrolló una incipiente industria aledaña de la que hoy solo
queda la decoración de la Plaza de la Solidaridad, el nodo sobre el vibran los
vecinos del Barrio de la Victoria y que ocupa el suelo sobre el que se
asentaron los cimientos de aquella primera fábrica.
Manuel López Antolí es la carretera que une Valladolid, donde el sector textil había sido poco relevante, con Sabadell que era, desde el principio del siglo XX, la capital catalana de la industria textil. Por esa vía llegaron ayer tres puntos a la orilla del Pisuerga, tres puntos alentadores por dos motivos: porque el Real Valladolid no ganaba un partido fuera de casa desde agosto –curiosamente también en Cataluña- frente al Nástic de Tarragona y era imprescindible revertir esa situación rompiendo la cadena de empates inodoros y porque el posible bajón anímico derivado de la situación económica del club debe ser contrarrestado con victorias deportivas tan convincentes como la de la Nova Creu Alta. Algunos sabemos que se puede ser pobre y sonreír, que los problemas económicos no pueden ser la coartada que usemos para no ser felices y que, cuando las cosas pintan mal, siempre hay gente dispuesta a arrimar el hombro. Mi lista de agradecimientos no sería corta y me ha servido para saber y sentir que hay gente que me aprecia y como es un hecho que hay muchas personas que aprecian (y mucho más que eso) al Pucela no tengo ninguna duda de que puestas a tirar en la misma dirección, serán el caudal que permita fluir el agua de la vida blanquivioleta.
Decía antes que fue un triunfo convincente, y lo
decía sin escudarme en el marcador ya que en todo juego el azar está siempre
presto para realizar alguna gracieta. Ayer, sin embargo, no fue un día de esos
y el juego se hermanó con el resultado. El Pucela, por fin, mostró lo que
tantas veces hemos vislumbrado que podía hacer y que tantas veces quedó en
simple fulgor instantáneo. Esta vez fue luz continua que sirvió para iluminar
una fábrica que tejió fútbol del bueno y en el que Javi Guerra se encargó de
poner en valor su fama cardando la lana. El nueve vuelve a sonreír y arranca el
año dispuesto a hacernos disfrutar. Pero, por si se va, Alberto Bueno se sumo
al trabajo y dijo que también está ahí. Su pase en el cuarto gol es digno de
los mejores costureros.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 8-01-2012
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