Ocho años después del crack del 29, el que fuera
presidente de los USA, Franklin Delano Roosevelt, dijo: "Siempre supimos
que los intereses personales incontenibles eran de bajo valor moral, ahora
sabemos que es una pésima forma de administrar una economía". Es fácil
suponer que en los años previos, mientras la crítica al ansia de lucro se
circunscribía al ámbito de la ética, hubo muchas personas que se reían de esos
valores a la par que se enriquecían obscenamente. La situación actual guarda
algún paralelismo pero notables diferencias. La más grande de ellas es que
desde las tarimas del poder han elaborado una coartada moral y han desarrollado
una línea de defensa teórica para justificar esa búsqueda de los intereses
personales incontenibles. Esa visión se ha impuesto en nuestra sociedad hasta
el punto de hacernos creer que esas tesis no respondían a una construcción
humana auspiciada al amparo de una visión ideológica sino que se trataba del
estado natural de las cosas. Frases como “Haré lo que tenga que hacer” o “Se
hará como Dios manda” que hemos escuchado en multitud de ocasiones a Mariano Rajoy son exponentes
de esta deriva. ¡Como si solo hubiera una forma de hacer las cosas y además
fuese esta un designio divino!
Pero a veces alguno de los defensores de esta
filosofía es un poco más lenguaraz y desnuda su modelo de sociedad. José Manuel García-Margallo
repite en cuanto tiene ocasión una historieta. Dos exploradores vieron un león
que les acechaba. Uno se agachó para cambiarse los zapatos por un par de
zapatillas deportivas. El otro le dijo que no tenía sentido lo que estaba
haciendo pues nunca sería más rápido que el león. Contestó el primero: no
quiero correr más que el león, me conformo con ser más rápido que tú.
Pues bien, el señor García-Margallo, el que
alardea de ese bajo valor moral del que hablaba Rooselvelt, es ministro de
Exteriores y Cooperación. Clarito ¿no?
Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-06-2012
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