Un
aforismo inglés dice que el fútbol es un juego de caballeros jugado por
villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros. Esta
última parte se pone de manifiesto cuando observa cómo los mismos
individuos que en el campo pelean entre ellos como locos por avanzar un
metro, toman una copa juntos al final de los partidos. Además, al menos
en Valladolid, el rugby llegó a través de los colegios de pago. Niños
bien, cubiertos de barro. José Luis Moral ‘Cano’ formó parte de esa
generación de pioneros que consiguió colocar a Pucela en la ciudad de
referencia del rugby español.
Todo
empezó en el inicio de la década de los setenta, cuando decidió
acompañar a su hermano y ambos se enrolaron en la sección del balón
ovalado del colegio San José. Duró poco esta aventura porque la sección
cerró poco después. Pero un problema deja de ser irresoluble cuando
aparece un espíritu indómito que lo aborda, en este caso el del mítico
‘Canas’ que consiguió ‘liar’ a los curas de el Lourdes. Se había puesto
la primera piedra. Años después, en el 87, los curas decidieron no
seguir con la sección de rugby y hubo que parir de la nada un nuevo
club, el VRAC. El resto es historia y en ella, Cano fue uno de los
principales protagonistas. En todo este recorrido, desde que se inició
en el rugby hasta hoy, nuestro anfitrión solo ha faltado un año, el 85,
en el que fue a jugar al Universitario “un error propio de la edad, el
Lourdes había descendido y quería seguir jugando en primera”.
En
este cuarto de siglo el rugby ha cambiado buena parte de esos
parámetros que le convertían en un deporte especial y todo ello debido a
su profesionalización. Ese encuentro entre equipos que rivalizaban a
muerte, y compartían un espacio y unas copas tras la disputa, ha perdido
parte de su romanticismo. En España es aún peor porque ha perdido esa
aura sin haber llegado a disfrutar de los euros propios del deporte
profesional. Lo segundo explica el bajo nivel de este deporte si lo
comparamos con el del resto de los países que nos rodean, lo primero
entristece a un romántico del rugby como Cano que, pese a ser uno de los
artífices de la época dorada de la selección española, ha tenido que
compaginar la faceta deportiva con su labor profesional en Caja España
“desde los tiempos de la Caja Provincial, y tengo que decir que nunca me
pusieron ningún problema cuando no podía ir al trabajo”.
Jugando
en aquella selección de la que era pilar recuerda el ensayo, único –de
momento- de un jugador español, en el mítico Murrayfield de Edimburgo.
Vamos, como el gol de un chino en el Nou Camp, y que Cano recuerda por
el valor en sí mismo y por haber sido en Escocia, país cuya cultura
rugbística le tiene enamorado, a él y al resto de la gente del VRAC,
hasta el punto de haber tomado como propios los colores escoceses para
su uniforme.
Escocia:
whisky, rugby y alegría. Una mezcla de tres palabras para una buena
noche. La que queda pendiente con este caballero villano.
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