Vemos a Mercedes caminando como aturdida por el andén de una pequeña estación de tren. Hace pocos días vio enterrar a Ramón, su marido. Repasa los días con él. Nada tiene que reprocharle porque nada malo queda apuntado en el debe del difunto. Pero nada malo no es lo mismo que algo bueno. Todos esos años se pueden resumir con una palabra: tedio. Cuando Mercedes se levantaba sabía, más o menos, cómo iba a discurrir el día, en la vida con Ramón era impensable que sucediera algún hecho que rompiera la monotonía. Ahora la vemos montada en el tren, toma asiento, enfrente una apacible anciana. Entablan conversación. Doña Tomasita, que así se presenta, tiene el poder de conocer el pasado. En su viaje atrás en el tiempo hace parada en un día de lluvia. Mercedes espera un taxi que no llega, Miguel Ángel, un joven que pasa a su lado, le ofrece compartir el viaje, Mercedes se niega. Poco después, víctima del frío y con el agua incrustada en el alma, tiene menos remilgos y acepta la misma invitación de Ramón. La historia con este la conocemos, doña Tomasita desvela a Mercedes cómo hubiera sido su vida de haber aceptado la primera invitación. Ella sonríe recreando la vida feliz e intensa que nunca tuvo. Aquel ‘no’ vino condicionado por las apariencias, el ‘sí’ posterior lo fue mascullando mientras el agua calaba sus huesos. Piensa que puede torcer el futuro para revivir ese pasado, pero nunca es así. Lo cuenta Edgar Neville en ‘La vida en un hilo’, una película que después de su éxito fue adaptada como obra de teatro.
Dani había encajado, tras sendos córneres, dos goles idénticos y casi consecutivos debido a su inclinación por cubrir las apariencias del primer palo. Ayer, muerto de frío, quiso defender los saques de esquina pasados y decidió montar en el taxi del segundo palo, pero el miedo le llevó a colocar media ciudad delante de él. En el barullo, una cabeza propia, la de Manucho, introdujo el gol en su portería. Podrá reprochar a la mala suerte la concatenación de goles similares, el propio Neville dijo por boca de el personaje de doña Tomasita que la vida de las personas, como el alma, está en un hilo, casi siempre se puede decir que depende del azar, y a todos nos llega un momento en la vida en el que hemos de dudar entre dos o más caminos, y no sabemos cuál es el que vamos a seguir, cuál es el que nos conviene más, hasta que escogemos uno. Pero el autor, sin querer por el tenor de sus palabras, introduce un elemento distinto al azar, la tendencia pendular que nos lleva a analizar los riesgos del presente con las desazones del pasado. Dani tiene que trabajar, y quien dice Dani dice el cuerpo técnico, este tipo de jugadas para actuar en consecuencia. No puede dejarse llevar por el miedo, ni practicar el método del ensayo error, de lo contrario cada córner contra el Pucela será como tener la vida en un hilo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 04-12-2012
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