domingo, 21 de abril de 2013

PEOR PARA ELLOS

Los agoreros son esas personas con capacidad para imaginar los caminos que ha de recorrer una mala situación para llegar a empeorar. Si, por que las cosas son como son, la realidad les da la razón, apretarán más el tornillo, y dirán, con toda solemnidad, que aún no hemos tocado fondo. Son así, sin más argumento que la tristeza de su alma, siempre encontrarán un síntoma del que colegirán un inminente agravamiento de la situación. Esa tristeza conlleva, al menos, otras dos desventuras consecuentes: de una parte, la imposibilidad de gozar de las cosas corrientes, hecho que, y es de agradecer, sufren en silencio; de otra, les resulta sospechoso de vacuidad ética o intelectual aquel que disfruta de nimios placeres en medio de la tempestad. Mayor aún es su desprecio cuando estos placeres son compartidos por lo que ellos, despectivamente, definen como masa, esa multitud informe de gentes que disfrutan a la par. A ellos, tan suyos, les repele la palabra mayoritario.

Todo eso que no soportan lo convierten con premura en síntoma de enfermedad e, ipso facto, emiten un diagnóstico. Muchos de ellos apuntan como un indicio de los males que afectan a nuestra sociedad el hecho de que las cabeceras más leídas de la prensa sean los periódicos deportivos. Es una muestra fehaciente de incultura colectiva que acarreará dramáticas consecuencias en un futuro próximo. Tiempo atrás, como lector habitual de prensa deportiva, hastiado de oír tal sentencia y no queriendo pasar por zote, buscaba una justificación. No resultó difícil. El que se acerca a un periódico generalista lo hace con el propósito de estar informado, el que elige uno deportivo lo hace con el objetivo de disfrutar, de regodearse con lo que lee. En los primeros se suceden las malas noticias, en los segundos siempre destacan las buenas. Además, no son incompatibles: leer una no incapacita para hacer lo propio con la otra. Pero a lo que vamos, el lector de Valladolid sabrá, cuando lea estas páginas que el Pucela ha empatado en la lectura de Eloy, Encinas o Yepes, buscará una sonrisa sabedor de que el punto logrado casi garantiza la permanencia. El granadino querrá reforzar la impresión de que su equipo juega muy bien y así esquivará la misma amenaza.
El cine, incluso el malo, es otra forma de entretenimiento y por eso, en las películas que no tienen más pretensiones, se suceden los guiones en los que el protagonista es capaz de sortear cien peligros, penar en las peores situaciones y salir indemne. Se repiten esas escenas en las que las balas disparadas a quemarropa por un puñado de ‘malos’ parecen esquivar el cuerpo del ‘bueno’ y cuando atinan es siempre en el hombro. Sin embargo, cuando este suelta el gatillo, por inverosímil que sea la postura en la que se encuentre, siempre tumba al perverso enemigo. El Valladolid ayer fue ese Jonh Wayne galopando mientras los balones lanzados por los jugadores del Granada no conseguían su sanguinario propósito. En parte porque el guionista Djukic introdujo un Deus ex machina, un elemento inopinado que resuelve, al margen de la lógica de la película, una situación desesperada: Jaime, que desapareció tras protagonizar algún funesto primer plano, vuelve meses después y realiza el partido de su vida manteniendo con vida al prota. Por el contrario, el único disparo digno de tal nombre de los blanquivioletas acertó, este sí, con el corazón nazarí. El gol que marcaron poco después les aportó poco consuelo y no restó apenas alegría a los castellanos. Aunque habrá agoreros que sigan diciendo que...Peor para ellos.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-04-2013

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