Los agoreros son esas personas con capacidad para imaginar los caminos
que ha de recorrer una mala situación para llegar a empeorar. Si, por
que las cosas son como son, la realidad les da la razón, apretarán más
el tornillo, y dirán, con toda solemnidad, que aún no hemos tocado
fondo. Son así, sin más argumento que la tristeza de su alma, siempre
encontrarán un síntoma del que colegirán un inminente agravamiento de la
situación. Esa tristeza conlleva, al menos, otras dos desventuras
consecuentes: de una parte, la imposibilidad de gozar de las cosas
corrientes, hecho que, y es de agradecer, sufren en silencio; de otra,
les resulta sospechoso de vacuidad ética o intelectual aquel que
disfruta de nimios placeres en medio de la tempestad. Mayor aún es su
desprecio cuando estos placeres son compartidos por lo que ellos,
despectivamente, definen como masa, esa multitud informe de gentes que
disfrutan a la par. A ellos, tan suyos, les repele la palabra
mayoritario.
Todo eso que no soportan lo convierten con premura en
síntoma de enfermedad e, ipso facto, emiten un diagnóstico. Muchos de
ellos apuntan como un indicio de los males que afectan a nuestra
sociedad el hecho de que las cabeceras más leídas de la prensa sean los
periódicos deportivos. Es una muestra fehaciente de incultura colectiva
que acarreará dramáticas consecuencias en un futuro próximo. Tiempo
atrás, como lector habitual de prensa deportiva, hastiado de oír tal
sentencia y no queriendo pasar por zote, buscaba una justificación. No
resultó difícil. El que se acerca a un periódico generalista lo hace
con el propósito de estar informado, el que elige uno deportivo lo hace
con el objetivo de disfrutar, de regodearse con lo que lee. En los
primeros se suceden las malas noticias, en los segundos siempre destacan
las buenas. Además, no son incompatibles: leer una no incapacita para
hacer lo propio con la otra. Pero a lo que vamos, el lector de
Valladolid sabrá, cuando lea estas páginas que el Pucela ha empatado en
la lectura de Eloy, Encinas o Yepes, buscará una sonrisa sabedor de que
el punto logrado casi garantiza la permanencia. El granadino querrá
reforzar la impresión de que su equipo juega muy bien y así esquivará la
misma amenaza.
El cine, incluso el malo, es otra forma de entretenimiento y por eso, en las películas que no tienen más pretensiones, se suceden los guiones en los que el protagonista es capaz de sortear cien peligros, penar en las peores situaciones y salir indemne. Se repiten esas escenas en las que las balas disparadas a quemarropa por un puñado de ‘malos’ parecen esquivar el cuerpo del ‘bueno’ y cuando atinan es siempre en el hombro. Sin embargo, cuando este suelta el gatillo, por inverosímil que sea la postura en la que se encuentre, siempre tumba al perverso enemigo. El Valladolid ayer fue ese Jonh Wayne galopando mientras los balones lanzados por los jugadores del Granada no conseguían su sanguinario propósito. En parte porque el guionista Djukic introdujo un Deus ex machina, un elemento inopinado que resuelve, al margen de la lógica de la película, una situación desesperada: Jaime, que desapareció tras protagonizar algún funesto primer plano, vuelve meses después y realiza el partido de su vida manteniendo con vida al prota. Por el contrario, el único disparo digno de tal nombre de los blanquivioletas acertó, este sí, con el corazón nazarí. El gol que marcaron poco después les aportó poco consuelo y no restó apenas alegría a los castellanos. Aunque habrá agoreros que sigan diciendo que...Peor para ellos.
El cine, incluso el malo, es otra forma de entretenimiento y por eso, en las películas que no tienen más pretensiones, se suceden los guiones en los que el protagonista es capaz de sortear cien peligros, penar en las peores situaciones y salir indemne. Se repiten esas escenas en las que las balas disparadas a quemarropa por un puñado de ‘malos’ parecen esquivar el cuerpo del ‘bueno’ y cuando atinan es siempre en el hombro. Sin embargo, cuando este suelta el gatillo, por inverosímil que sea la postura en la que se encuentre, siempre tumba al perverso enemigo. El Valladolid ayer fue ese Jonh Wayne galopando mientras los balones lanzados por los jugadores del Granada no conseguían su sanguinario propósito. En parte porque el guionista Djukic introdujo un Deus ex machina, un elemento inopinado que resuelve, al margen de la lógica de la película, una situación desesperada: Jaime, que desapareció tras protagonizar algún funesto primer plano, vuelve meses después y realiza el partido de su vida manteniendo con vida al prota. Por el contrario, el único disparo digno de tal nombre de los blanquivioletas acertó, este sí, con el corazón nazarí. El gol que marcaron poco después les aportó poco consuelo y no restó apenas alegría a los castellanos. Aunque habrá agoreros que sigan diciendo que...Peor para ellos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-04-2013
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