Seguro que
recuerdan aquellos patéticos primeros chistes que nos contábamos. Tenían todos
como protagonista a Jaimito. Uno de ellos relata cómo una chiquilla le dice a
otra que Jaimito le ha ofrecido un duro por subirse a un árbol. La segunda niña
le responde que lo que pretendía el chaval era verle las bragas. La primera
sonríe con aire de ingenua ambigüedad y le replica que eso ya lo sabía y que,
para evitarlo, se las había quitado antes.
No soy capaz de
poner rostro a ese Jaimito etéreo que es el poder económico que todo lo puede,
que decide por nosotros. Pero consigue su propósito con creces, porque por
menos de un duro ha logrado que varios de nuestros gobernantes accedan a sus
peticiones y suban a un árbol mostrando impúdicamente sus vergüenzas. El
problema es que el árbol es tan alto que lo vemos todos. Desde allí arriba, el
Ministro del Interior muestra que bajo sus calzones tiene un proyecto de ley de
seguridad ciudadana (¡anda qué!) cuyo único propósito es blindar las calles
para reprimir, ley en mano, cualquier tipo de protesta imponiendo sanciones que
sonarían ridículas si se tratase de un chiste, pero estamos hablando de nuestra
realidad.
Ana Botella no le
anda a la zaga. Sus palabras posteriores al acuerdo con el que ha concluido la
huelga de los trabajadores de la limpieza la desnudan más de lo que pensaba. Tras
demostrarnos empíricamente que las privatizaciones del entramado público de
servicios concluyen inexorablemente con una reducción de la calidad de estos, con
una pérdida del poder adquisitivo y de los derechos laborales de algunos
trabajadores, con la pérdida del empleo para el resto y con un encarecimiento
de la factura para los usuarios; en vez de pedir perdón (o disimular), en vez
de alegrarse por el fin del conflicto, se mostraba rabiosa porque una huelga
hubiera impedido a la empresa engordar más sus cuentas. Vergüenzas al aire: hay
que limitar el derecho a la huelga.
Pensaba que los que
nos gobernaban y sus conmilitones tenían un plan, pero esto es todo menos un
gobierno, es un disparate que sobrevive al día a día sin más objetivo que
salvar el culo a los propios y la cartera a los más propios. Con una sonrisa
nada ingenua, nada ambigua.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-11-2013
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