Caminaba absorta Mafalda, como siempre con la cabeza centrada en sus
cosas, con esa cara que no te permite saber si no se entera de nada o se entera
demasiado de todo. Caminaba sola por la acera hasta que una inconclusa pintada
en una tapia le hizo levantar la mirada, expandir la mente y abrir la boca. La
pared hablaba poco pero informaba mucho, más incluso por lo que callaba que por
lo que decía. Sobre el blanco de la cal solo una docena de letras precedidas
por un signo de exclamación -¡Basta de censu- eran suficientes para imaginar
que no mucho rato antes, el servicio de limpiezas no había tenido tiempo para
reblanquear la pared , un grupo de personas pertrechadas con un cubo y dos o
tres brochas querían denunciar el poder dictatorial que silenciaba cualquier
voz distinta de la versión oficial. Mientras uno de ellos pintaba, el resto de
la camarilla vigilaba por las calles adyacentes para, en caso de ser necesario,
alertar al resto y salir en estampida.
No sabemos si les dio tiempo o pasaron
la noche en los calabozos, pero no pudieron culminar su trabajo. Mafalda leyó
el embrión de frase, comprendió toda la acción y la describió con una
disyuntiva retórica: ‘O se le acabó la pintu, o no pu termi por razo que son
del domin publi’. Bien, pues si tuviera que encerrar en una frase el partido
que ayer disputó el Real Valladolid, tendría que recurrir, sin que fuese la
policía la causante de acortar con premura el texto, a dejar palabras a medio
hacer. Quedaría algo así como ¡partido épi. Con todos los elementos en contra,
principalmente el marcador que se fue al 0-2 por ausencia de fútbol local y un
óptimo aprovechamiento del rival de las faltas de ortografía en el juego
defensivo, con un campo embarrado, con la lluvia arreciando, el equipo cargó de
ilusión las pilas (lo que se entiende por juego seguía sin aparecer) y
consiguió nivelar el marcador. Por si fuera poco, otro elemento quiso sumarse a
la fiesta, al recién llegado Jeffren le traicionó, como si fuera una cuerda de
guitarra que rompe el día del concierto, alguna fibra muscular cuando ya no se
podían hacer más cambios. Con un jugador menos, el Pucela siguió empujando
(insisto, no jugando) hasta el último segundo. Pudo haber sido una tarde épica
pero faltaron las letras finales para redondear una frase que hubiera sabido a
verso. Así, nos quedamos como el que solo come algo que habitualmente sería el
postre porque nada más tiene en la despensa, el estómago se queja por la
escasez pero la boca habla de dulzura. El inconcluso relato épico deja un punto
en la prosaica realidad clasificatoria, un punto para morir o un punto que aleja la muerte pero que no permite resucitar, un punto
convertido en paradoja teresiana -vivo sin vivir en mí, muero porque no muero-.
Faltan aún quince partidos, ¿muchos?¿pocos?, no lo sé. Lo cierto es que los
partidos pasan y con ellos las posibilidades de dar un golpe encima de la mesa.
El de ayer era de los apuntados de rojo en el calendario, y tampoco pudo ser.
Hablando de nuevo por boca de la Mafalda que va oyendo desganada las noticias:
‘Cada vez va quedando menos que decir’. No sé si porque está dicho o porque da
igual lo que digamos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-02-2014
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