Hace casi dos mil quinientos años, Platón ya fue capaz de explicar en su ‘Alegoría de la caverna’ como los prisioneros encerrados en el fondo de una cueva terminan por pensar que las sombras que se proyectan en el interior son la verdad verdadera. Tanto, que si alguno es capaz de salir, cuando regresa y cuenta que lo que allí piensan es falso, tendrá serias dificultades para ser creído.
Supongo que permanecer encerrado cuarenta años en lo más profundo de una caverna dé, además, para que los prisioneros adapten el lenguaje a la experiencia que viven. Los que entraron con una cierta edad van olvidando paulatinamente lo que sabían antes de la reclusión; para los que allí nacieron no existirá otra interpretación de los hechos diferente a la de la cueva, ni otra forma de contarla. Si por cualquier circunstancia se abren las entrañas de la tierra y los prisioneros empiezan a vivir en la superficie, serán esclavos del lenguaje aprendido en el interior, aquellas palabras seguirán definiendo los mismos conceptos que antes definían.
Durante cuatro décadas España vivió encerrada en una oscura caverna, tan oscura que al salir –siquiera un poco- de ella hubo que construir una nueva realidad pero ¡qué remedio! descrita por un lenguaje viejo. De esta forma, se produjo una distorsión, se definía como ‘derecha’ a lo que no es sino una parte de ella, la que venía unida por un hilo demasiado visible al periodo de negritud. De esta manera, izquierda pasaba a ser todo lo que no era aquella rancia derecha. Por eso defender en su momento el divorcio, posteriormente el derecho a la interrupción del embarazo o los matrimonios entre personas del mismo sexo, libertades civiles al fin y al cabo, entraban sin más en el terreno de la no-derecha, de la izquierda. El PSOE fue capaz de aprovechar esta distorsión en el lenguaje para, ejecutando políticas económicas nítidamente de derechas, presentarse con el traje de izquierda. Le fue bien con la estrategia. Es la misma que pretende utilizar hoy Ciudadanos: presenta un programa todo lo liberal que puede en lo económico pero busca un territorio central alegando que defiende postulados de izquierda, los mismos –o menos- que el PSOE de antaño. La cosa parece colar, la cueva fue mucha cueva.
Durante cuatro décadas España vivió encerrada en una oscura caverna, tan oscura que al salir –siquiera un poco- de ella hubo que construir una nueva realidad pero ¡qué remedio! descrita por un lenguaje viejo. De esta forma, se produjo una distorsión, se definía como ‘derecha’ a lo que no es sino una parte de ella, la que venía unida por un hilo demasiado visible al periodo de negritud. De esta manera, izquierda pasaba a ser todo lo que no era aquella rancia derecha. Por eso defender en su momento el divorcio, posteriormente el derecho a la interrupción del embarazo o los matrimonios entre personas del mismo sexo, libertades civiles al fin y al cabo, entraban sin más en el terreno de la no-derecha, de la izquierda. El PSOE fue capaz de aprovechar esta distorsión en el lenguaje para, ejecutando políticas económicas nítidamente de derechas, presentarse con el traje de izquierda. Le fue bien con la estrategia. Es la misma que pretende utilizar hoy Ciudadanos: presenta un programa todo lo liberal que puede en lo económico pero busca un territorio central alegando que defiende postulados de izquierda, los mismos –o menos- que el PSOE de antaño. La cosa parece colar, la cueva fue mucha cueva.
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