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No corren buenos tiempos para la imagen de la justicia. A pesar de ello,
personalmente, confío en los jueces. No en todos, ni por sistema, pero sí en la
mayoría de ellos. Lo que no voy a pedir, ni mi ingenuidad me permite pensar, es
que exista en el gremio un alto porcentaje de aspirantes a héroes. Los hombres
y mujeres que firman sentencias saben a qué se enfrentan y dónde están sus
límites.
El primero es hogareño, de andar por casa, y ancla sus raíces en la Transición
que, como un rayo de luz que atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo,
permitió el salto desde la dictadura a la democracia sin que las estructuras
notasen mucho el cambio. Un acuerdo de élites con alguna contraprestación.
Seguramente no se pudo hacer de otra manera, no hay forma de recrear una
historia paralela, pero lo cierto es que determinados ámbitos, y la justicia es
uno de ellos, mantuvieron su edificio intacto. Algún cambio de muebles, si
acaso. Bien atada quedó, por ejemplo, la limitación de la separación de
poderes. El judicial, mediante el subterfugio de los nombramientos de cuotas
partidarias en diversos estamentos de la judicatura y el control gubernamental
de la Fiscalía, mantiene lazos de dependencia con él ejecutivo y el legislativo.
El segundo es de orden mundial, ocurre en cualquier lugar del mundo. Un
juicio es una contienda entre dos partes:
la que acusa y la que defiende. Da igual que la materia del litigio sea una
gallina presuntamente robada o un desfalco milmillonario igualmente presunto. Lo
que no es lo mismo, según sea uno u otro de los casos, es la fuerza de las
partes. Mientras los de la gallina acuden a las vistas en mangas de camisa, los
del desfalco se parapetan tras una pléyade de abogados con capacidad para inclinar
el fiel de la balanza en la dirección que pretenden.
Un tercer límite es la propia legislación. Podrá ser cierto que todos
somos iguales ante la ley, pero también lo es que las leyes no son iguales para
todos aunque solo sea por el hecho de
que no todos estamos en la tesitura de cometer el mismo tipo de delitos.
No pidamos a los jueces lo que los jueces, así en conjunto, no pueden
hacer.
Publicado en"El Norte de Castilla" el 02-03-2017
En todo los países pasa lo mismo...
ResponderEliminarEn México, los políticos y los poderosos están por encima de la ley...
saludos
Carlos