jueves, 18 de enero de 2018

LOS ESPOLONES DEL GALLO NARANJA

En las elecciones catalanas, el gallo Ciudadanos se comió todo el maíz que se había esparcido, un alimento con el que terminó de esculpir una figura apolínea. Mientras, por desnutrición, el cuerpo de sus futuros rivales en las contiendas españolas quedó hecho unos zorros. Poco, por no decir nada, han tardado los fotógrafos de la demoscopia en mostrarnos que la cresta del gallo anaranjado luce ya más alta que la del resto. 

Las encuestas posteriores, por si quedaba alguna duda, han venido a corroborar que aquella no fue una jornada más, sino un punto de inflexión; el momento justo en el que al pollo naranja le salieron los espolones. Son encuestas, solo encuestas, se podría decir en el gallinero de los otros contendientes para tratar de subir el ánimo ahora alicaído. Son encuestas, solo encuestas, se podría escuchar en el corral de Rivera como precaución, para que el exceso de optimismo no evite que pierdan por pensar que ya han ganado. Pero se mienten. En un lado y en otro saben que el recambio ha llegado.
Saben, además, que esa foto, aunque parezca solo un trozo de tiempo detenido, contribuye a que la nueva realidad se configure en la línea que la fotografía indica. Un padre, cuando en una estampa familiar comprueba que su hijo ha alcanzado su talla, es consciente de que esa es la última vez que le podrá mirar por encima. La biología impone que él merme y el vástago crezca.

Electoralmente sucede lo mismo y más, porque en el sistema español el propio retrato incide en los crecimientos y decrecimientos. En los sistemas a doble vuelta, pongamos el francés, la primera convocatoria capta los deseos de cada votante y la segunda -con solo dos contendientes en liza- elige al menos odiado. En el modelo patrio, con una sola llamada, cuando son más de dos los que cuentan con opciones, las encuestas ejercen de primera vuelta, dibujan el mapa. Así, entre PP y Ciudadanos, muchos hubieran elegido la segunda opción pero, ante el riesgo de que eso supusiera la derrota de ambos, terminaron votando a las huestes de Rajoy. Ahora, estando a la par, ese riesgo no existe y aquellos mismos votarán naranja, un tirón que arrastrará a muchos más. Traspolando las palabras de Jorge Valdano referidas a otro ámbito, se puede decir que unas elecciones son un estado de ánimo y las encuestas, y quien las paga, ayudan a moldearlo. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 18-01-2018

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