REGLA DE UNA

Así como me ven, tengo pánico al dolor, solo pensar en tener que sufrir alguno con cierto grado de intensidad, el cuerpo se me descompone. Admiro, por lo mismo, a esas miles de personas que, pudiendo haberlo evitado, tomaron decisiones que les podían suponer algún tipo de tortura. Los admiro por asumirlo y por haber tenido la suficiente fuerza para entenderse a sí mismos como capaces de sostener el tormento en silencio. Yo no soy de ese grupo, a la menor amenaza me derrumbo. Si llegase, no lo permitamos, otra tiranía, no me encarguen guardar secretos, sería como cerrar un cofre con un alambre enroscado. Con el dolor por enfermedad no es distinto, a nada que sea, me apoco. Me da menos miedo pensar en morirme que en soportar un duro trasiego para abandonar la vida. Ya ven, todo un hombretón en apariencia y a las primeras de cambio me quedo en nada.

Por esta debilidad, una de miles, me alegra contar con la posibilidad de la eutanasia tanto como me impele a que socialmente exijamos que sea la última opción, no la que se ‘puede obligar’ por ausencia de cuidados.

Por esta debilidad -no dudaría si me viera en su lugar- aplaudo que las mujeres que sufren menstruaciones incapacitantes puedan acogerse a bajas remuneradas. No es capricho, enfermedades como la endometriosis provocan dolores que en muchos casos son –y en otros me resulta incomprensible que no lo sea- razón para parar. Y dado que se repite mes a mes, bien está que se cubra económicamente el no poder desarrollar el trabajo y que se blinde ese derecho. A veces es más sencilla la regla de tres que la regla de una: no es lo mismo parar -y dejar de cobrar- tres días, que tres días mes tras mes durante muchos años.

Aunque solo sea por respeto al dolor, por agradecimiento al no sufrirlo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-05-2022