Pasa un año, pasa otro, tarareas ‘estaba aquí solo, me había puesto a recordar’, y recuerdas; acudes a la campa de Villalar, ves, abrazas, y recuerdas, o no acudes y es peor, recuerdas más. Comentas con tu hijo, con la chavalería de tus clases, y te da la sensación de que para ellos el abril del noventa o el de 1521 comparten espacio en las páginas de un libro de Historia, de que la cabaña del Turmo o el patíbulo donde desgajaron la cabeza a Padilla, Bravo y Maldonado, son fotos que adornan el texto de ese mismo libro. Habías asumido que tu sucesión de presentes vividos conformaban ‘el presente’ y no son más que astillas del pasado. Pensabas que todo era igual, pero es distinto.
Ocurre esa misma semana que un municipal te reprende porque
tu bici no se puso de acuerdo con el código de circulación. Los de antes,
piensas, me hubieran colocado una receta. Al rato, un chaval, por lo mismo, te
cuenta que le han multado. La poli te trata distinto, pero no por ser distinta,
sino por serlo el viejo orondo que eres tú del joven que ya no eres. Pensabas
que todo era distinto, pero sigue igual.
Ya no queda casi nadie de los de antes. Antaño entendías que
se dispersaron. Ayer lamentaste alguna ausencia. Ahora temes que en sucesivos
abriles alguien piense en ti cuando lo tararee. Claro, peor sería que llegado
el caso nadie lo hiciera.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-04-2023
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