Olivier HosleT/Efe
A los que en el
setenta y ocho aún no necesitábamos dos cifras para escribir nuestra edad se
nos grabó a machamartillo aquella pegadiza ‘Libertad sin ira’. Quizá por su
título, tal vez por la reiteración del término en la letra, seguro que por el
ansia de alcanzar un modelo social merecedor de tal epígrafe, asociamos la
cancioncilla al anhelo de una libertad largamente atenazada. Los algo mayores,
nostálgicos o temerosos aparte, contemplaban Europa como el gran referente
aspiracional.
Cuando tiempo
después volví a leer sosegadamente la letra de este ‘himno’ de Jarcha, me
impactó: quise entender que, en esencia, definía ‘libertad’ como un concepto alejado
del que supuestamente corresponde a tal palabra, como un término rayano al de ‘seguridad’.
‘Libertad’ conformaba la respuesta a “gente que solo desea su pan -entiéndase cubrir
las necesidades materiales-, su hembra -una arcaica visión de los afectos- y la
fiesta en paz”. Libertad y seguridad
parecían pues caminar simbióticamente agarradas de la mano; acompañadas además
de una pequeña prosperidad.
Aquella Europa 'modélica' boquea. El binomio libertad-seguridad se presenta ahora como duelo
inversamente proporcional. A más menos y viceversa. Avistamos otros tiempos en
los que la vulnerabilidad acecha. Vulnerabilidad macro, la de Europa como tal, la
de la certidumbre de la merma de su poder e influencia; vulnerabilidad micro,
la de una ciudadanía expuesta a avatares desconocidos por sus mayorías
complacientes. Unas mayorías que atónitas observan cómo se ha impuesto un
modelo que transitó del fomento del individualismo al destino individualizador,
al resquebrajamiento de cualquier estructura social. Unas mayorías que inermes
constatan como el debate político se aleja de las necesidades cotidianas, que,
todo lo más, cubre de fanfarria los discursos sobre las cosas de comer o las casas
de vivir.
El paso natural,
más aún al constatar que las economías triunfantes no entonan estribillos
atiborrados de la palabra ‘libertad’, se encaminará en pos de una prometida –siempre
habrá quien afirme garantizarla- seguridad, por más que esa dirección aleje de
la antaño ansiada libertad. Un paso elegido, sufragado. Un paso que, cuando se
perciba, ya se habrá dado tiempo atrás.
Publicado en El Norte de Castilla el 11-03-2025
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